España tiene un balneario en Eslovaquia

En realidad, no es de España, pero sí fue famoso gracias a una infanta española. Y los eslovacos no lo olvidan. Isabel Alfonsa de Borbón gastó su dote en mejorar el balneario de Vyšné Ružbachy, en el norte de Eslovaquia; fue algo así como una emprendedora dedicada a impulsar el turismo de salud en la zona, rica en aguas termales y medicinales. La fotografía en sepia de esta aristócrata bajita y con ligero sobrepeso adorna todavía muchos establecimientos hoteleros, comercios y restaurantes, donde guardan un buen recuerdo de ella.

En la República Eslovaca hay muchos monárquicos. No solo monárquicos en general, sino auténticos fans de la monarquía española. Si el turista dice que es español, enseguida mostrarán más conocimientos sobre la realeza de nuestro país que nosotros mismos, y bastante más interés en el asunto. Incluso es posible encontrar eslovacos que han viajado a El Escorial solo para visitar el panteón real donde está enterrada Isabel Alfonsa de Borbón, a la que ellos llaman Isabella.
El origen de este inusitado fervor está en 1882, cuando un conde polaco llamado Andrzej Przemysław Zamoyski se casó con la princesa María Carolina de Borbón y Borbón Dos Sicilias y se compraron un castillo, un balneario y todos los bosques de alrededor, en lo que hoy es Eslovaquia. A los pies del ruinoso bastión construyeron un palacete donde tuvieron siete hijos. El menor de ellos, Jan Kanty, o Juan Cancio, fue el heredero de todas estas propiedades. Y siguiendo la tradición familiar se volvió a casar con una Borbón: la susodicha Isabel Alfonsa, su prima.
Amor a primera vista
Isabel Alfonsa, madrileña, era sobrina de Alfonso XIII, hija de María de las Mercedes de Borbón y del infante Carlos de Borbón y Borbón; tía, por tanto, del rey emérito Juan Carlos I. Parece que en su juventud fue bastante capillitas y nada interesada en casarse. Estaba prometida con un duque, pero prefería tomar los hábitos. Hasta que coincidió con su primo, el noble Jan Kanti Zamoyski.
En 1929 se celebró el matrimonio, en el mismo Palacio Real de Madrid donde Isabella había nacido, y a la celebración acudió toda la realeza europea, incluidos los reyes del momento, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, que fueron los padrinos.
Nada más casarse, la pareja se trasladó a vivir a las decrépitas posesiones que Jan Kanty Zamoyski tenía en Eslovaquia. Isabella aportó cash suficiente para sacarlas adelante. Gracias a su dote, el castillo de Stará Lubovňa, del siglo XIII, fue restaurado y el balneario puesto al día, lo que hizo florecer la economía en esta remota región de Eslovaquia, cercana a la frontera con Polonia.

El balneario Vyšné Ružbachy es una de las estaciones termales más antiguas, con origen en siglo XVI, pero estaba de capa caída antes de que llegara Isabella. Entre sus emprendimientos, mandó construir una gigantesca piscina natural, considerada entonces la más moderna de toda Checoslovaquia, y un tobogán de madera para tirarse con alegría en ella; lo nunca visto. Levantó el edificio principal de dos plantas, la llamada Casa blanca, en piedra de travertino. Construyó el hotel Strand y las Casitas suizas junto al complejo, que daban cabida a todo el que pudiera pagárselo.
Pronto Vyšné Ružbachy se convirtió en el lugar de moda. Los checoslovacos, los polacos, los húngaros y los españoles con posibles acudían aquí a relajarse y a pasarlo bien. El matrimonio tenía muchas y muy buenas relaciones, y en ese periodo de entreguerras, en el que el mundo quería olvidar lo pasado y negar lo que se le venía encima, este fue el destino favorito de la gente bien.
Al parecer Isabella, además de clase, tenía los genes campechanos de la familia y se la recuerda como alguien muy popular, sencilla, humilde, que se relacionaba con todo el mundo en Vyšné Ružbachy y en los alrededores del castillo de Ľubovňa.

Se acabó lo bueno
Al matrimonio le iba muy bien, tenían cuatro hijos y un próspero negocio. Pero la Segunda Guerra Mundial fastidió a todo el mundo y ellos no fueron menos. Jan Zamoyski fue detenido por participar en la resistencia contra los nazis. Las gestiones diplomáticas consiguieron su liberación, pero enseguida el avance ruso hizo que tuvieran que salir corriendo con lo puesto.
Durante un tiempo vivieron juntos en Sevilla. Pero parece que no duraron mucho. Ella se dedicó a dirigir su explotación agrícola, a hacer obras de beneficencia y a merecer el calificativo de «la infanta del silencio y la humildad»; él, amante de los viajes y de coleccionar coches, se largó a Cannes y a Mónaco, donde ejerció como secretario de asuntos económicos.
El balneario perdura
Cuando llegó el comunismo a lo que hoy es Eslovaquia, no se suprimieron los balnearios. A Rusia le encantó la balnetoterapia, pero cambió la orientación. Estos lugares de reunión de la burguesía fueron nacionalizados y reconvertidos para la estancia subvencionada de jubilados y obreros con dolencias reumáticas o en fase de rehabilitación.

La ciudad balneario Vyšné Ružbachy está a menos de una hora del Parque Nacional del Paraíso Eslovaco, que se llama así por algo. Es un verdísimo y frondoso valle entre dos parques naturales, al pie de los Altos Tatras, la parte alpina de los Cárpatos. La belleza del paisaje corta la respiración. En la zona hay mucho que ver. El castillo de Ľubovňa, del siglo XIII, con la colección de recuerdos y enseres de los Zamoyski, es uno de los atractivos. Pero Eslovaquia es un destino alternativo al turismo de masas. Hay pocos visitantes, y no es por falta de encantos. El país está lleno de agradables sorpresas.
El balneario necesita hoy una restauración. Las instalaciones se han quedado algo anticuadas y ya no tienen el aire suntuoso de otros tiempos. Sí conservan el encanto de lo antiguo, las muchísimas fotos de la realeza de la época, el dudoso gusto de la estética soviética… y el beneficio de sus aguas. Se nutre principalmente de dos fuentes: un cráter natural circular con aguas termales, que se mantienen a 22º C todo el año, indicado, según dicen, para tratar trastornos nerviosos, y otro manantial que, aseguran, alivia enfermedades cardiovasculares, metabólicas, oncológicas y ginecológicas. Pero hay hasta 14 fuentes naturales que lo abastecen.

En la zona del parque existen varios hoteles, desde las cinco estrellas a las cero. Cada año se celebra en el balneario un simposio de escultura y los participantes donan una obra hecha en piedra de travertino que se queda en los jardines. Ya hay 106. Es curioso verlas.
La Fundación Zamoyski quiere que los reyes de España vayan a visitar este balneario y, de paso, que les ayuden a modernizarlo. Con toda seguridad, el viajero encontrará en esta zona, abundante en aguas termales, lugares más glamurosos que Vyšné Ružbachy, pero difícilmente se topará con profesionales tan eficientes. Pruébelo: seguro que recibirá el mejor masaje de su vida y que se divertirá muchísimo con los fans de los Zamoyski.