Vintage WW1 Edición Limitada: homenaje al puro habano
Hay objetos que están reservados para aquellos que saben apreciarlos en toda su esencia. Y hay dos en la lista humana de los más codiciados: un buen reloj y un puro excelso. Para estos, Bell & Ross ha recreado a través de su nuevo reloj Vintage WW1 Edición Limitada ese noble arte, solo a disposición de los mecenas de sí mismos. De los que saben saborear los momentos excepcionales. Una aromática bocanada, un objeto soberbio en la muñeca…. Detalles que marquen una diferencia en torno al mágico universo del puro.
Usted sabe que fumar es perjudicial para su salud, y no vamos a ser nosotros quienes digamos lo contrario. Pero, con moderación, y con una garganta y paladar educados y habituados a sus aromáticos efluvios, resultan un lujoso placer. Son, incluso, parte de la cultura global: marcas como Montecristo, Cohiba, Partagás… forman parte de nuestro ADN sensorial. Por supuesto, los más afamados son los que se producen en Cuba, debido al especial y único clima de la región de Vuelta Abajo, al oeste de la isla, donde se cultiva un excepcional tabaco.
La relojera suiza vuelve a inspirarse en los grandes placeres de la existencia para esta colección, limitada a solo 99 ejemplares. Sus códigos de color, en diferentes marrones, transportan al orgulloso portador a la más tentadora de todas las cavas. La acentuada redondez de la caja y el grafismo de su esfera evocan, sin lugar a dudas, la forma de una vitola. Incluso las delgadas asas, y las cifras arábigas cubiertas de polvo de oro se sumergen en la fabricación artesana del más tentador de los cigarros.
Se trata, en cualquier caso, de un reloj que evoca el pasado; su caja (42 mm) se une a la pulsera de aligátor a través de unas finas asas que nos recuerdan a los prístinos relojes de bolsillo, con los que guarda un innegable parentesco formal. El oro rojo de la hebilla y los número dorados casan a la perfección con los tonos pardos que animan esta pieza de joyería.
Una gran reserva
Pero un Bell & Ross no puede quedarse solo en la superficie. Cada uno de los relojes que salen de la factoría helvética supone un desafío tecnológico. Esta exclusiva colección incluye un movimiento que ofrece al portador una gran reserva de marcha. De hecho, el mecanismo de cuerda manual está equipado con un barrilete doble que ofrece cinco días de funcionamiento. En la esfera, una inscripción en castellano que homenajea a Cuba, reza: “Reserva de marcha 5 días”. Está claro que el propietario no tendrá que estar continuamente dándole cuerda. Una abertura en la esfera deja al descubierto una parte del mecanismo del Vintage WW1 Edición Limitada, sin que por ello la legibilidad de la pieza se vea mermada. Un guiño de sus maestros relojeros, una vez más, para los que disfrutan de las pequeñas grandes cosas.
Y demos la vuelta a nuestra pieza de coleccionista. Porque: ¿Quién ha dicho que la belleza tenga que limitarse al exterior? ¿Por qué no disfrutar de ella piel con piel? Bajo el fondo de zafiro transparente subyace una platina tres cuartos y el puente del volante. Su achaflanado, el acabado Côtes de Genève (en román paladino, las rayas en degradado) y los tornillos azulados encumbran el reloj que nos hace viajar a las verdes plantaciones de una isla que soñó con la revolución. Tan estrecha es esta vinculación cigarrera y criolla que Bell & Ross ha optado por presentar el reloj en un estuche de ébano de Macassar transformable en humidor con humidificador e higrómetro. Incluso su interior, fabricado en kaya, (una de las maderas preciosas más nobles) puede alojar hasta 50 módulos.
El placer de un buen habano
Al placer de los habanos se han rendido grandes personalidades de todas las épocas. Los icónicos Fidel Castro y Ernesto Che Guevara se aferraron a su gloria nacional, y en el caso del primero, parece que forma parte de esa envidiable minoría a quien la nicotina respeta la salud (y que nadie se engañe, los puros son igual de nocivos para usted que los más plebeyos cigarros, aunque son mucho más aristocrático). La lista es infinita: Sigmund Freud, Churchill, Mark Twain… eran auténticos devotos.
La relación entre los habanos y los presidentes de Estados Unidos no deja de ser curiosa. Abraham Lincoln los paladeaba; Ulyses Grant parece ser que fumaba de veinte a veinticinco puros diarios, y el epicúreo John Kennedy, responsable del embargo a Cuba, mandó comprar todas las cajas que hubiera de su cigarro favorito para tener un buen lote a mano. También Bill Clinton era un forofo de los emblemáticos cigarros enrollados. Ahora puede estar tranquilo: gracias al deshielo comercial de Obama y Raúl Castro, desde el pasado 16 de enero un estadounidense puede consumirlos sin incurrir en una ilegalidad.
También en nuestro país contamos con amantes de los puros. El más mediático, sin duda, es nuestro presidente en funciones, Mariano Rajoy. En su época de ministro de Administraciones Públicas, llegó a posar para la revista El Fumador, puro en mano, para declarar que fumar era una virtud. Era un consumidor tan empedernido de estos cigarros cubanos que sus colaboradores recordaban el olor que impregnaban sus despachos por esta insana y elegante afición. Parece que hace algo más de tres años, un doce de octubre, se planteó dejar de consumirlos. Desconocemos si tuvo éxito en tan amargo, y sin embargo saludable, propósito. El golfista Miguel Ángel Jiménez, el torero Morante de la Puebla y Carlos Herrera se han declarado practicantes de este hábito. Por cierto, y como curiosidad, este último se salvó de milagro de un paquete bomba dirigido a él… en una caja de Montecristo.
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