Restaurante Bacira: ¿Por qué todos quieren reservar mesa en este joven local de Madrid?
¿Quién no conoce una «esquina maldita»? Todos podemos señalar una docena de ellas. Son esos locales que parecen condenados al fracaso, donde cada negocio que abre se ve abocado al cierre. En el número 16 de la chamberilera calle del Castillo pasaba esto. Hasta hace un año. Un diez de julio de 2014 se encendieron por primera vez los fogones de Bacira, con Carlos Langreo, Vicente de la Red y Gabriel Zapata al frente. Arrancaron en pleno verano e hicieron caso omiso a la «maldición» del local. Dos meses después ya llenaban prácticamente a diario. Hoy Bacira celebra su primer exitoso año de vida como un local de referencia para los amantes de la fusión mediterráneo-japonesa en Madrid. Y se merece cumplir cien más.
El éxito del restaurante Bacira es también el de una amistad cocinada, nunca mejor dicho, al calor de los pucheros. Sus tres fundadores se conocieron trabajando en las cocinas de un restaurante y se hicieron amigos. Todo chef sueña con tener su propio local, y ellos no eran diferentes en ese aspecto. Primero se animaron Vicente y Carlos. Gabriel, el sushiman chileno, se animó algo después. Miraron locales y le vieron potencial al de Chamberí. Y se pusieron manos a la obra. Lo cierto es que tenían las ideas claras y una trayectoria dilatada pese a su juventud. Langreo había pasado ya por el Gran Meliá Fénix, La Nueva Fontana, La Maruca, Martinete, 99 Sushi Bar y Nikkei 225, todos en Madrid. De la Red, quizá el más ecléctico, había cocinado en templos de vanguardia como El Celler de Can Roca (Girona) o Aponiente (El Puerto de Santa María, Cádiz) y en otros clásicos como El Mesón de Doña Filo (Colmenar de Arroyo, Madrid). Gabriel Zapata, el experto en gastronomía nipona, había pasado por un buen número de restaurantes japoneses y llevaba en España desde 2006 trabajando en locales como Wasabi y Sushi House (Palma de Mallorca), oNikkei 225 y Distrito 798 (Madrid).
Fusión, sí, pero a precios razonables
¿Cómo es la gastronomía de este restaurante que ya es un imprescindible de los foodies y sibaritas? Probablemente, el haber sabido ser realmente originales con sus platos de fusión mediterráneo-japonesa, y honestos con los precios (se puede comer realmente bien por unos 30 euros de ticket medio). Además, han sabido no mantenerse en la zona de confort y han apostado por una carta viva, que vaya variando en función de las estaciones y el mercado y que les permita ir probando cosas nuevas: no hay que olvidar que, ante todo, un cocinero es un creador. Si a todo esto le unimos un buen servicio de sala y un respeto máximo por las materias primas (sin renunciar a técnicas actuales y demandadas por un público cada vez más entendido), se explica el éxito.
¿Qué hay que probar si optamos por reservar mesa (más que recomendable hacerlo) en este cómodo local? Pues hay elaboraciones que gustan, y mucho, como la anguila ahumada con ricotta, tomates secos, brotes tiernos y quinoa crispy, las albóndigas de rabo de toro con puré especiado de patata o el tiradito de lubina a la bilbaína. Aprovechando que están de cumpleaños, puede ser una buena idea decantarse por su menú aniversario, que reúne siete platos de su carta inicial y algunas de las nuevas incorporaciones. En esta degustación recuperan alguna de sus primeras creaciones, como el gazpacho de cerezas con tartar de langostinos y helado de jengibre, mientras que tientan con novedades como el esturión ahumado con crema de lemon grass, lima, huevas mújol y cebolla. ¿El precio? Unos más que razonables cuarenta euros. ¿La fecha tope? El 31 de julio. Y ojo porque cierran todo agosto para disfrutar de unas más que merecidas vacaciones.
También puede ser una elección estupenda optar por sus platos veraniegos, diseñados ad hoc para la rigurosa canícula que azota a la Villa y Corte, como el bonito con salsa tentsuyu, ensalada de hierbas aromáticas y encurtido de cebolla o el tataki de atún con cuscús, chutney de mango y piparras. También hay un menú degustación un poco más corto que el de su primer año de vida por 30 euros. E incluso menú del día, alejado totalmente del concepto «batallero» que hay en otros locales: nada de macarrones con tomate o lentejas (vaya el respeto por delante a estos platos que pueden ser estupendos si se cocinan bien). En Bacira, por 13.90 euros se pueden catar recetas tradicionales elaboradas con técnicas modernas de alta cocina, y que cambian cada semana. Y los amantes del vino, además, cuentan con más de sesenta referencias para armonizar sus apetitos con caldos internacionales y de 18 denominaciones de origen patrias. ¿Se anima a probar?