RAS, sobre el río tranquilo de Amberes
Comer es la principal experiencia de todo restaurante. En el RAS se añaden otras. Este local a la orilla del río Escalda, en Amberes, una más de las hermosas ciudades de Flandes, tiene una arquitectura especial y unas vistas relajantes. El destino gastronómico en el que se ha convertido Bélgica se complementa aquí con el fluir tranquilo del agua. Calma dentro y fuera, para que los comensales disfruten con todos los sentidos.
Amberes es una ciudad elegante. Hay mucho que ver en ella y, salvo en verano, aún les caben más turistas holgadamente. Sus habitantes viven repartidos por barrios amplios, con edificios hermosos y vistas a un puerto espectacular, el segundo más importante de Europa, con el área portuaria más grande del mundo. Amberes le debe a este puerto casi todo.
Calles y plazas hacen alarde de historia. Desde el siglo XVI fue puerta de salida y entrada para el comercio de Venecia, Génova, Portugal, España. Amberes tiene y tuvo muchas riquezas, y podía haber tenido más de no ser por culpa del Gran Duque de Alba y las trágicas guerras en las que España se empecinó durante 80 años, para ruina de Flandes y de sí misma.
Esta es la ciudad que acogió a los grandes pintores del arte flamenco, como Brueghel, Patinir, Van Dyck, y la que eligió Rubens para vivir. Aquí permanece su casa, taller, escuela y hoy también museo. El palacio de fachada barroca, con un jardincito encantador, es uno más de los atractivos de Amberes.
Como otras ciudades belgas, Amberes es turbadoramente hermosa, con sus iglesias, palacios y plazas de aspecto mágico. Pero, a diferencia de algunas, no resulta aburrida. Hay vida universitaria, ambiente en sus terrazas, algarabía nocturna y dinero. En un barrio de apariencia austera, opaco en las ventanas y quizá en otros sentidos, se concentra el negocio mundial de los diamantes.
Los lugares como este, estratégicos para su suerte y su desgracia, siempre cuidan las comunicaciones. Por eso la estación central de Amberes, de principios del siglo XX, es un lugar ideal para perder el tren. Resulta difícil encontrar una estación más bella.
Otra vía de comunicación es el río Escalda, que nace en Francia, pero pasa por aquí antes de fundirse con el mar del Norte. Para Amberes es el cauce por donde transita su desarrollo económico. Produce serenidad mirar su curso, sin puentes elevados que interrumpan la vista. Un túnel invisible de más de medio kilómetro comunica una orilla con la otra, solo a pie o en bicicleta, a 30 metros por debajo del flujo del agua.
RAS, una parada con vistas
Aparentemente montado sobre este río tranquilo está el restaurante RAS, un sitio recomendable para disfrutar del destino gastronómico en que se ha convertido Flandes.
Comer es la experiencia esencial en un restaurante. Pero en RAS hay otras añadidas. La arquitectura del local hace que uno tenga la sensación de estar flotando sobre el río, como encaramado en él. Por momentos se olvidan las ganas de llenar el estómago, porque es fácil saciarse con la verde ribera de enfrente y el transcurrir del agua.
La arquitectura del RAS se debe a una reconstrucción de los años noventa realizada por el prestigioso arquitecto belga Bob Van Reeth, que en sus propias palabras redescubrió lo que nunca había existido. Posteriormente, alumnos del maestro, que escribe su nombre como bOb, renovaron el restaurante para hacerlo más moderno, funcional, cómodo y en el que el agua se colara estando aún más presente.
El RAS tiene cinco plantas y dos terrazas. En el nivel de la calle se sitúa el restaurante. Por encima hay una sala que puede alquilarse para reuniones de trabajo, perfectamente equipada con lo que se necesita en estos casos y con unas vistas impresionantes sobre el barrio financiero, la catedral y el río tranquilo. Aquí da la impresión de que solo pueden tomarse decisiones acertadas.
Una planta por debajo acoge otra sala estupenda, con terraza elevada a 26 metros de altura sobre el Escalda, pensada para celebraciones profesionales o privadas.
La carta del RAS
El paisaje no cansa, pero no llena. Hay que pedir algo de comer. Un lugar elegante como este, austero y sencillo, tiene una carta acorde. Hay clásicos, aparentemente simples, que se sirven en abundancia, bien presentados y con toques innovadores, pero sin perder la pureza.
La carta sigue el mandato del año en las sugerencias. Tiene donde elegir sin pasarse. La lista de vinos permite degustarlos también por copas; entre ellos los de Bélgica. Pero en un país que afirma tener 1500 clases de cerveza es posible acompañar la comida como cada uno prefiera.
Para empezar es muy recomendable el carpaccio de lomo de ternera, las croquetas de camarones del mar del Norte –esas exquisitas gambas grises de la zona– y, por supuesto, los mejillones, con distintos cocinados, sabrosos siempre.
Las ensaladas son imaginativas, de calidad, con ingredientes bien combinados: judías verdes, frambuesas, hortalizas frescas, quesos típicos, bayas azules, crujientes de pollo o beicon, marinados… Se presentan con aderezos orientales, vinagretas exóticas, en el punto justo de especias.
Entre los platos principales hay buenos pescados tratados con sabiduría, como el lenguado. Las carnes de cordero, cerdo y vaca son magníficas; si le gusta el tartar de ternera, aquí le parecerá maravilloso.
Los acompañamientos tienen más que estética, buenas verduras con toques de lavanda, romero, pimienta, y las famosas patatas fritas belgas, crujientes y doradas.
En la carta hay también pastas frescas con langosta, con trufa, con salsas picantes…
Los postres el RAS ofrece opciones para disfrutar, pero si duda, no lo piense: algo con chocolate. Bélgica es el paraíso, todas las clases, colores, intensidades.
Este es un lugar para ir sin prisa. Y aquí nadie parece tenerla. Mirar a lo lejos, degustar, hablar bajito, dejar que pase el tiempo. Es el restaurante adecuado para llevarse un buen sabor de boca de Amberes.