Para saborear el verdadero Harlem: los restaurantes donde comen los locales

Harlem, el histórico vecindario afroamericano de Nueva York ha resistido obstinadamente el aburguesamiento y eso que en los últimos años ha acogido a nuevos perfiles de neoyorkinos, que escapando de los precios astronómicos de Manhattan no dudaron en mudarse hasta aquí. Con ellos, el barrio ha recibido un soplo de aire fresco -multirracial, con cuentas bancarias más acomodadas, y sobre todo, muy cultural-. Pero su espíritu sigue siendo el mismo e incluso se ha convertido en algo más de sí mismo. Como no hay mejor manera de ver (y saborear) un destino que yendo a los restaurantes donde comen los lugareños, hemos preparado una lista de algunos de estos buenos sitios. Que son representativos del lugar pero mirando más allá de los híperconocidos entre los turistas y otros neoyorkinos, para encontrar los nuevos referentes entre la nueva generación de vecinos harlemitas.

2 de octubre de 2019,
Después de décadas de renovación urbana, trayendo consigo la consiguiente “elitización” residencial (como sucedió en SoHo, West Village, Chelsea o Tribeca) y amenazando con borrar su historia de origen, Harlem -el corazón neoyorkino de la cultura negra- se está embarcando en una nueva etapa que mima y disfruta de su legado. Y curiosamente su espíritu ha prevalecido en parte debido a la voluntad de mirar hacia lo nuevo. Esto es lo que está sucediendo en los bares y restaurantes del barrio, donde más allá de aquellos que atraen multitudes del centro de NYC y de turistas, como son Sylvia’s y Red Rooster, hay un nutrido grupo de establecimientos que frecuentan a diario los locales. Bien por sentirse arraigados a ellos o por cubrir sus nuevos intereses culinarios, pero en cualquier caso, por sentirse cómodos y en su terreno. Una selección de buenos ejemplos de ellos, entre conceptos clásicos, clásicos reinventados y nuevas interpretaciones de la cocina del barrio afroamericano, son:
The Grange Bar and Eatery
Está situado en Hamilton Heights, que es la parte de Harlem situada más hacia el oeste y también es una de las zonas más alejadas del bullicio comercial del barrio. Este bar ofrece un ambiente tan relajado y local como su clientela. Un flujo constante de vecinos, especialmente por las tardes y los fines de semana, le da calidez a su amplio espacio. El menú de cócteles es ingenioso y convincente, al igual que la selección de cervezas artesanales. La cocina, centrada en los productos de las granjas y proveedores locales, sirve por ejemplo melocotón a la parrilla con ricotta batida sobre tostadas en el brunch. Otros platos recomendados son los tacos de salmón a la brasa y pollo asado servidos sobre un pastel de polenta, rociado con una salsa de tomate. O la ensalada de pato ahumado con verduras, una vinagreta “resucitante” y nueces glaseadas con azúcar, ideal para los comensales que no pueden decidir entre lo dulce y lo salado.

Archer & Goat
El estrecho y neutro espacio, iluminado por grandes ventanales durante el día y un romántico resplandor por las tardes, da la bienvenida a los comensales en el bar, en pequeñas mesas colocadas a lo largo de la pared, o en una mesa común junto a la ventana frontal. Con buen tiempo, el pequeño patio trasero es muy popular para el brunch.
No es un restaurante vegetariano -de hecho, su menú está repleto de delicias carnívoras como arepas rellenas de cordero o el pato asado con mango y ensalada de cebolla, pero su cocina sobresale por abordar los platos de verduras de una manera decididamente atrevida aunque sin pretensiones. Así, una coliflor tostada a la parrilla llega a la mesa coronada con un puñado de aceitunas y una variedad de chiles shishito encurtidos para darle un toque explosivo en boca a la suavidad de la verdura. El sabor a nuez de las coles de bruselas doradas al horno se condimenta con pimientos en escabeche y chimichurri de cilantro. En cuanto al drinking, además de un menú de cócteles bien consolidado, Archer & Goat presume de su selección de cervezas artesanas.

Harlem Tavern
Las enormes pantallas de televisión identifican a Harlem Tavern como el bar para ir a ver deportes del que se trata, pero el lugar de 650 metros cuadrados es además todo un éxito entre los vecinos del barrio. ¿La razón? es que aunque aquí lo que se puede esperar de la carta no es más que lo habitual en este tipo de bares, con las recurrentes hamburguesas como plato fuerte, las variaciones de estas aquí son especiales: como la hamburguesa de trufa, la hamburguesa de cordero con especias marroquíes o un trío de mini-hamburguesas que cada día cambian de ingredientes, por nombrar sólo algunas. También triunfa por sus ricas entradas, como los calamares con corteza de sémola son un buen comienzo o los macarrones con asado de tira mezclado con col rizada y champiñones.
La habitual hamburguesa de los bares de deportes americanos se eleva a nuevos niveles en este local.

La zona interior, con paredes de ladrillo visto y mesas comunes, es perfecta para ver grandes eventos deportivos junto a tus compañeros de tripulación. Afuera, la terraza atrae a las multitudes para el brunch, que vienen por sus tostadas francesas y música jazz en directo, y también es perfecto para resguardarse del sol en las tardes calurosas de verano.
Hop House
Los mejillones en un bar de cervezas americano pueden no ser una novedad, pero si en lugar de estos son ostras, la cosa ya cambia. Las fresquísimas ostras de Hop House (la casa del lúpulo), procedentes de la canadiense Isla del Príncipe Eduardo, bañadas en una picante reducción de jengibre y vinho verde portugués, definitivamente merecen una visita.
Este bar de tapas con un diseño alegre, industrial y ligero, está enfocado al mundo de la cerveza que acompaña con una carta sin complicaciones, solo con buen producto. Además de las ostras hay otras opciones de aperitivo más modestas, como unos pretzels artesanos y excelentes. También pasteles salados con ingredientes frescos como burrata y berenjenas cultivadas localmente. Y de plato principal, la pizza es la protagonista en este local, hecha en el horno que dejó un antiguo inquilino.

Lolo’s Seafood Shack
Lolo, el chef y propietario del restaurante, describe su enfoque en la cocina a base de mariscos como una “mezcla entre el estilo y producto del Caribe y de la península Cape Cod de Massachusetts”. Algo que se puede llevar al propio ambiente que se respira en este local, pues comer en la tranquila terraza de su patio trasero es hacer una escapada momentánea de la vorágine de la Gran Manzana. Pero la atmósfera de perfecto oasis sólo se mantiene si la comida es buena, y en Lolo’s sencillamente es espectacular, con producto fresquísimo traído a diario y elaboraciones sencillas pero muy originales. Así los platos en esta “cabaña de mariscos” van desde langostinos con un glaseado de chile Naga Jolokia (el más picante del planeta) o un sándwich típico de Trinidad y Tobago en el que el pan son unas Johnnycakes (unas tortitas de harina de maíz) caseras y dentro va relleno de tiburón, la especialidad de la casa, hasta una cesta de quesos fundidos con patatas fritas al ajillo, muy al gusto norteamericano.
Melba’s
Te habrán hablado de que el restaurante Sylvia’s es el lugar al que hay que ir para disfrutar del alma de Harlem a nivel culinario, y es así, es un clásico del barrio. Pero eso es porque no has dado con los apasionados de Melba’s.
Melba Wilson aprendió su oficio en Sylvia’s (y en otros lugares de Nueva York que marcan tendencias en cocina como son Rosa Mexicana y Tribeca Grill). Su restaurante es conocido por su concepción de “platos irresistibles, pecado para la dieta, buenos para el alma” reinterpretados con un giro de alta cocina para comensales gourmet. En Melba’s, un plato estándar de pollo se transforma en pollo frito con gofres bañado de ponche de huevo y cubierto con una cucharada de mantequilla de fresa (el plato ganó una competición en la cadena de televisión Food Network contra el chef Bobby Flay). Los favoritos de Melba incluyen el pescado bagre frito con mayonesa chipotle o las costillitas cocidas al vino tinto.
Maison Harlem
Este bistró, muy cerca del famoso Teatro Apollo (uno de los más importantes de música afroamericana en EEUU y donde dieron sus primeros pasos intérpretes como Ella Fitzgerald o Michael Jackson), tiene a diario una enérgica actividad vecinal, desde los desayunos hasta la copa de la noche.
Muy popular es su happy hour para tomar una inspirada selección de cócteles y vinos mientras suena música en directo.
Es uno de los restaurantes franceses más conocidos en el barrio y en el menú sirve platos galos tradicionales, como la ensalada de endibias y roquefort, el confit de pato y la tarta tatin. Fuera de la carta del día preparan propuestas más personales como el risotto de setas silvestres -muy cremoso y elegante-.

Vinatería
Entre los encantos ocultos de Harlem a primera vista se encuentra Vinatería, uno de los locales favoritos de la zona alta del vecindario que rebosa de buenos vinos para acompañar cada bocado sublime. De hecho, no hay un lugar más agradable para cenar en Harlem que Vinatería. No sólo es acogedor sino que la sala, en tonos pizarra con escenas de decantadores y menús grabadas en tiza en la pared, aumentará vuestro apetito. La iluminación es baja e íntima, perfecta para cenas. Y la música es tranquila y a un nivel idóneo para poder disfrutar de la conversación sin tener que gritar.

La propietaria Yvette Leeper-Bueno siempre soñó con un restaurante que pudiera servir como centro de reunión local sin ser de comida típica americana, así que en 2013 creó Vinatería. Aquí el menú, que es entre español e italiano, está muy conseguido.
La cocina semiabierta en la parte de atrás revela tesoros tales como los espaguetis negros hechos con pulpo, mejillones y vieiras; y el pappardelle con ricotta y ragú de cordero al romero, que provocan un “oooh” cuando llegan a la mesa. También sardinas con pimientos de piquillo y croutones crujientes; o una ensalada de remolachas doradas a la plancha y mezcladas con yogur, naranjas, rúcula, crujientes pistachos y una vinagreta de limón. Las hierbas cogidas de sus macetas de cobre aparecen en platos como la pata de cordero asada y marinada con romero y acompañada de puré de patatas; o en postres como el panna cotta de romero glaseado con cítricos y bañado en grappa.

Ruby’s Vintage
Desde que abriera este local a principios de 2019 se ha convertido en todo un éxito para el brunch, y teniendo en cuenta que en un vecindario como es Harlem donde el brunch es más importante que el resto de comidas, no es una hazaña pequeña. Además de los clásicos e imprescindibles huevos Benedict con salmón ahumado, aquí triunfa su popular Devil’s Mess, que son huevos revueltos con queso pepper jack, cebollas caramelizadas y chorizo.
Ruby’s lleva el nombre de la actriz, defensora de los derechos civiles y residente de Harlem desde hace mucho tiempo, Ruby Dee, pues creció en el edificio. La atmósfera decorativa hace que parezca un restaurante de Harlem en una película de Barry Jenkins ambientada en los años setenta: iluminación amarilla de lámparas vintage, mesas de latón, paredes cubiertas con papel pintado y espejos antiguos, y viejos álbumes de fotos por doquier. En sus sillas se sienta una clientela diversa y charlatana, proveniente del vecindario y más allá.
Sugar Hill Creamery
Si existe un nexo entre las heladerías de siempre, las de barrio, y una ambición culinaria de “recorreremos el mundo a por todos los ingredientes posibles”, ese es Sugar Hill Creamery. En 2017, Nick Larsen y Petrushka Bazin Larsen, marido y mujer, reintrodujeron el helado artesanal en el barrio después de que última tienda familiar cerrara en 1983. Y abrieron con una carta explosiva de sabores, como pistacho-frambuesa, y guanábana-café etíope con cúrcuma y jengibre. El objetivo de esta pareja es conseguir que Harlem mantenga sus tradiciones en el clima de cambios que vive el vecindario.
