Mallorca también en otoño
La tranquilidad conquista Mallorca durante estos meses de otoño. No solo en sus calas y playas sino también por sus calles despejadas del exceso de turistas. Recorremos ahora esta isla para imbuirnos en la belleza indiscutible del campo mallorquín y disfrutar descubriendo diseño y nueva artesanía a manos de jóvenes diseñadores, exposiciones y jardines naturales, hoteles y restaurantes. Aun con lluvias y el comienzo del frío, todo ello está ahí, más intenso, más auténtico, para ser descubierto sin más distracciones que la propia distracción.
El otoño nos muestra su cara más local, la que disfrutan los mallorquines cuando se van los veraneantes
Calas, también ahora
Al sureste de Mallorca, cerca de Santanyí, la cala Llombard requiere una visita aun sin baño en caso de no acompañar el tiempo. Son no más de cincuenta y cinco metros de playa de arena blanca, entre pinos y arbustos a su espalda, acantilados y orillas rocosas a ambos lados, y un agua en calma absoluta dentro de sus dominios.
Otra de las playas más bonitas de la isla es cala Tuent en la costa oeste, en la Sierra de Tramuntana. Uno de esos lugares donde quedarse embelesado con la isla, porque Mallorca es lugares como éste. Para quienes les guste caminar o para los que buscan sumergirse en la verdadera esencia de la isla hay una ruta litoral conocida como “sa Costera”, que arranca desde el Puerto de Sóller y comprende unas cuatro horas caminando con maravillosas vistas al litoral mallorquín hasta llegar a Tuent. Si busca un lugar idílico lejos de la civilización, aquí lo tiene.
Sabores de la tierra
Mallorca también es conocida por la forma de elaborar sus pescados y sobrasadas. Los aficionados a la alta cocina tienen aquí su ruta perfecta: un recorrido por los restaurantes de chefs con una estrella Michelin, como son Adrián Quetglas, Marc Fosh o Andreu Genestra. Si le interesa conocer un poco más de estos chefs y la gastronomía balear, disfrute de estos dos artículos: Las estrellas Michelin llegan a Palma para quedarse y Ruta por las islas Baleares de la mano de seis chefs.
Otro estrella Michelin, uno de los primeros en obtenerla en la isla, es el restaurante Es Racó d´es Teix. Ya solo por su localización, en las colinas de Deià, bien merece hacer una reserva.
La sobrasada es un acierto en prácticamente todas las charcuterías de la isla pero si se quiere afinar un poco más, y sobre todo, tener la satisfacción de adentrarse en el corazón de la tradición hay que apuntar el tiro a los pueblos del interior, como Montuiri, Felanitx, Sineu, Artà, Binissalem o Porreres. En sus mercados semanales se pueden adquirir riquísimas sobrasadas caseras.
El mundo “ensaimada” también merece su propio recorrido porque, con permiso de la sobrasada, es el gran producto de Mallorca. La ensaimada de Forn i Pastisseria Gelabert de Llubí ostenta el título de “Mejor Ensaimada del Mundo 2018”. La de Forn Sant Francesc de Inca, elaborada en un auténtico horno de leña, fue la ganadora del pasado año. Unas de las ensaimadas más famosas de toda la isla son las que elabora Can Pomar, un obrador fundado en la localidad de Campos en 1902 y que cuenta con dos locales en Palma. Por su parte, el obrador de Ca’n Joan de S’aigo, fundado allá por el año 1700, en sus dos locales de la capital insular sirve una ensaimada muy carismática: en formato “individual”, tibia (en plato caliente), de una etérea consistencia y con el característico sabor del saïm (manteca de cerdo).
Diseño y arte
Uno de los paseos más atractivos es el del jardín de las esculturas del Museo Sa Bassa Blanca de Alcudia. Son grandes obras de granito, con formas de animales, creadas por Ben Jakober y Yannick Vu que están desplegadas a lo lardo del jardín que rodea este museo; el cual en verdad está plenamente integrado en la naturaleza (por cierto, protegida y declarada reserva biológica). Y en el interior, el espacio invita a disfrutar de las colecciones de distintas facetas de arte antiguo y moderno. Este otoño, en el edificio principal -obra del gran arquitecto marroquí Hassan Fathy- se puede visitar la exposición temporal “Artistas Singulares Marroquíes”: 56 obras -entre pinturas y esculturas- cargadas de simbolismo y africanidad de artistas vinculados a la ciudad de Essaouira, además de una alfombra Boucharouite (alfombras de nudo bereber de la zona del Alto Atlas).
Dar representación a artistas emergentes es el objetivo de la galería L 21, instalada en una nave blanca y diáfana de 250 m2 a las afueras de Palma de Mallorca. Aquí entre nuevos formatos expositivos y colaborativos se dan cita obras jóvenes, radicales y atrevidas. Hasta el 8 de noviembre, la exposición que ocupa su espacio es “hoo hoo hoo” de la neoyorkina -aunque nacida en Moscú-, Dasha Shishkin. Sus pinturas, de colores vivos y perspectiva aplanada, están habitadas por una multiplicidad psicodélica de escenas y personajes, bordeando lo cómico y lo grotesco -un vistazo a un mundo extraño y paralelo donde no se aplican las reglas establecidas-. Y entre el 1 y 3 de noviembre, expondrán la Feria de Arte Artissima – Sección Presente Futuro de Ian Waelder.
Y con piezas de artistas como Barceló, Picasso, Miró, Sorolla, Vostel, Magritte, Polke o Schnabel: el museo de arte moderno y contemporáneo de Palma Es Baluard. Donde además poder disfrutar de vistas privilegiadas sobre la bahía porque, como bien indica su nombre, está ubicado en el antiguo baluarte defensivo de la ciudad. Durante este otoño, a partir de los fondos de la Colección del museo, la exposición “¿Dónde reside la realidad?” (20 de septiembre 2019 – 12 de enero 2020) propone una nueva lectura de la obra de artistas vinculados a las Islas Baleares, nacidos entre los años 70 y 90, cuyo proceso creativo toma una ruta figurativa, de concepto realista y que nos remiten a cuestiones tales como el individuo, la perspectiva de género, el sistema del arte, el entorno urbano y los conflictos surgidos durante el nuevo milenio, entre otros temas. Además de pinturas, también incluye otros formatos artísticos como vídeo o performances.
Productos con arraigo
La artesanía de la isla ha rejuvenecido y vive su gran momento. Los trabajos en vidrio soplado, en barro, la ropa de llengos (una tela típica mallorquina para el hogar) y de las cestas y capazos llatra se han lavado la cara y ahora se muestran en diseños acordes a los nuevos tiempos. Como las bolsas y complementos de Oh estiu confeccionadas a mano con llengos.
Otro ejemplo es La Pecera, donde Rafael Calparsoro y Marlene Albadalejo, marido y mujer, combinan diseños propios hechos a mano, con materiales autóctonos y artesanos locales con piezas de mobiliario midcentury. También el espacio Bconnected, en la que comprar los aceites, los muebles, los perfumes y la moda realizados en la isla.
Hacer noche
Dejada atrás la temporada alta, las tarifas de alojamiento se reducen considerablemente. Es un buen momento para uno permitirse reservar una suite, como en Can Cera, un antiguo palacete del siglo XVII reabierto como hotel de solo 12 habitaciones. Ahora es posible dormir en una de ellas por 165 euros, en lugar de los 279 de temporada alta.
O en Daica, una antigua casa tradicional mallorquina al lado de la iglesia de un bonito pueblo en el interior de la isla (Llubí), reconvertida desde hace unos años en un restaurante y hotel. Con solo tres dormitorios, alojarse aquí en temporada baja sale por 80 euros la noche.
Otra opción son los 120 euros por noche (estancias de siete noches) en el Puro Hotel, un cuatro estrellas de diseño ubicado en un palacio del siglo XVIII del casco antiguo de Palma (barrio de La Lonja).