La nueva Marsella: entre tradición portuaria y vanguardia arquitectónica-cultural

“Marsella”, la que fuera una ciudad con cierta fama de mafiosa y camorrista, es ahora una nueva Marsella. Junto con sus atractivos tradicionales para el turismo, de ciudad marítima, la capital de la región de Provenza-Alpes-Costa Azul ha sabido recomponer el rostro que muestra al viajero a su llegada. El punto de inflexión fue en 2013 cuando fue nombrada “Capital Cultural Europea”. Desde entonces su nueva carta de presentación se basa en la fórmula ya experimentada con éxito por otras capitales de provincia europeas de: vanguardia arquitectónica para una atractiva oferta museística. Así hoy, esta urbe tan francesa como multirracial muestra una nueva vitalidad cultural a la vez que presume de su arraigado ADN portuario. Sobre todo alrededor del bonito Vieux Port, su centro histórico, repleto de restaurantes que se enorgullecen del mejor pescado… el lugar perfecto para probar su tradicional bullabesa y desde donde empezar a tomar el pulso a la actual Marsella.

 

Marsella y su nueva ola de vanguardia arquitectónica y cultural
Marsella y su nueva ola de vanguardia arquitectónica y cultural.

 

Es preciso descubrir la transformación de la capital de la Provenza durante estos últimos años, sus nuevos iconos arquitectónicos, y la vitalidad y buena salud que hoy presenta la ciudad en general, y el puerto y casco antiguo en particular.

Marsella es una urbe que ha sabido curar sus heridas abiertas en distintas épocas de su historia y resurgir como “Ave Fénix”. Sucedió tras la Segunda Guerra Mundial por la que la ciudad vieja, entorno a su puerto, quedó casi en su totalidad destruida. Y más recientemente, cuando la crisis económica de los años 70 encendió la llama de disturbios y revueltas y promovió el nexo con drogas y narcotráfico, presentes hasta hace muy poquito. Dos aspectos además que han sido muy golosos para los medios de comunicación con los que maltrataron la imagen de la ciudad, sobre todo durante la década del 2000. Obtener el título de Capital Europea de la Cultura en 2013 ayudó a superar esos clichés que ensuciaban su imagen y le dio un buen empujón de desarrollo económico, además de situarla en el mapa turístico-cultural europeo.

Obtener el título de Capital Europea de la Cultura en 2013 borró la imagen de revueltas, mafias y contrabando y aumentó el interés del viajero por esta ciudad de acento marítimo y provenzal. Foto: © P.Micaleff para Marseille Tourisme.
Obtener el título de Capital Europea de la Cultura en 2013 borró la imagen de revueltas, mafias, y contrabando y aumentó el interés del viajero por esta ciudad de acento marítimo y provenzal. Foto: © P.Micaleff para Marseille Tourisme.

 

Ciudad de contrastes

De espíritu rebelde y carismático por un lado, que enciende la llama de la agitación  social y que incluso define a los propios marselleses desde “tiempo ha” -como sucedió en 1792, que llevó a una tropa de locales a entrar en París para luchar contra Austria entonando un himno que después los parisinos bautizarían como La Marsellesa-. Pero también es una ciudad de calma mediterránea. De playas y mar, de días largos de sol y de una gastronomía sencilla y aromática que invitan al sosiego y deleite de los sentidos. Esta urbe nos recibe con notas del relajado estilo provenzal que después la región, en su interior, nos regala en su máximo apogeo.

Al sur de Marsella se encuentra Les Calanques, un macizo de las Calanques, un macizo costero de más de veinte kilómetros con pequeñas calas y paisajes protegidos como Parque Nacional de Francia.
Al sur de Marsella se encuentra Les Calanques, un macizo costero de más de veinte kilómetros con pequeñas calas y paisajes, protegidos como Parque Nacional de Francia.

El mosaico de procedencias hace de Marsella una ciudad plural en culturas

Tradicionalmente abierta al Mediterráneo, es desde la antigüedad una ciudad de inmigrantes. Desde el día que fue fundada, hace más de 2.600 años por unos comerciantes griegos -es la ciudad más antigua de Francia- que se asentaron en lo que hoy ocupa el Puerto Viejo, no ha dejado de recibir “savia nueva”.

Una de las ciudades con mayor diversidad étnica de Francia

Hasta aquí han llegado en distintas olas a lo largo de su historia -sobre todo entre los s. XIX y XX-: italianos y portugueses (dos comunidades grandes en la actualidad); griegos; españoles; corsos y sardos; armenios; comorenses; y procedentes de las colonias francesas de África del Norte tunecinos y argelinos (otra importante comunidad), que fueron traídos hasta aquí después de la 2ª Guerra Mundial para reconstruir la ciudad, además de pieds noirs -franceses oriundos de Argelia-; entre otras nacionalidades.

Respirando tal mezcla tan amplia y diversa de procedencias, culturas y religiones, no es de extrañar que Marsella tenga una natural facilidad para acoger al extraño. Aunque también es verdad que no siempre resulta tan fácil mantener la convivencia. En este sentido, la pasión de los marselleses por el Olympique hace mucho a favor. Ante un partido de su equipo, los aficionados ponen por bandera el orgullo marsellés, olvidando problemas y conflictos sociales.

La cultura despertó a Marsella

Más allá del atractivo de “vida entorno al puerto” y de los encantos cercanos de calas y costa acantilada, propios del Mediterráneo, como ya avanzábamos la nueva Marsella se ha hecho un hueco como destino de interés cultural. Tras su gran año 2013, la oferta cultural se ha mantenido y ahora es uno de sus mayores reclamos, si no el principal.

Nuevos atractivos culturales encapsulados dentro de edificios vanguardistas. En este caso, bajo esta red de hormigón se encuentra el Museo MuCEM.
Nuevos atractivos culturales encapsulados dentro de edificios vanguardistas. En este caso, bajo esta red de hormigón se encuentra el Museo MuCEM.

 

Cultura que crece en el interior de edificios encargados a algunos de los arquitectos contemporáneos más importantes. Dos son los que simbolizan la renovación: Rudy Ricciotti y Norman Foster. Ricciotti, como el artífice del Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo, más conocido como MuCEM. Y Foster, autor del esbelto pabellón de acero y espejos del Puerto Viejo.

Junto a este moderno toldo al que los marselleses llaman "L'ombrière" La sombra), se coloca a diario un pequeño mercado de los pescadores. Foto:
El moderno «toldo» de Foster al que los marselleses llaman «l’ombrière» (la sombra). A su lado se coloca a diario un pequeño mercado de pescadores. Foto: Marseille Tourisme.

 

Cada una de las acciones que Marsella realizó para pasar con nota su año de capitalidad de la cultura europea supusieron el despegue de un hervidero del mundo artístico y un nuevo eje cultural de primer orden, que fomentan la industria de las artes y que enriquece y dinamiza la vida de la ciudad. Además de, consecuentemente, convertirse sus nuevos atractivos arquitectónicos y culturales en un imán de viajeros atraídos por esa faceta turística.

Villa Méditerranée

En el antiguo puerto se sitúa junto al MuCEM, Villa Méditerranée, otro edificio también ya emblemático de la nueva Marsella. Dedicado a la cultura mediterránea, el edificio consiste en una llamativa estructura blanca, diseñada por el arquitecto italiano Stephano Boeri con un gran voladizo -a modo de gigantesco trampolín-. Aunque lo más original es que esté construido en el agua, junto a la dársena, y aunque a simple vista no es visible, en realidad el voladizo se replica en una sección inferior bajo el agua.

Villa Méditerranée muestra las claves para entender el Mediterráneo contemporáneo.
Villa Méditerranée muestra las claves para entender el Mediterráneo contemporáneo.

El MuCEM

De entre todos los museos de la ciudad, el flamante Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo, más conocido como MuCEM, puede considerarse la estrella. Es el punto de referencia de la nueva Marsella y es el primer museo nacional de Francia localizado fuera de París. Dedicado a las grandes etapas de las civilizaciones mediterráneas, evoca el vínculo que une esta localidad con el norte de África. No hay que olvidar que una importante parte son de origen africano, en su mayoría argelino. En este sentido, el lugar escogido no podía ser otro, al borde del mar -en el antiguo muelle J4 del Vieux Port- mirando al otro continente. La elección del arquitecto tampoco parece que haya sido al azar: es obra de Rudy Ricciotti, un arquitecto marsellés que pertenece a esa parte de la población que llegó desde Argelia.

El MuCEM se encuentra en uno de los muelles del Puerto Viejo, donde ahora solo atracan algunos privilegiados barcos de cruceros. La actividad portuaria se trasladó a las afueras de Marsella.
El MuCEM se encuentra en uno de los muelles del Puerto Viejo, donde ahora solo atracan algunos privilegiados barcos de cruceros. La actividad portuaria se trasladó a las afueras de Marsella.

 

En el sobrio edificio de Ricciotti, lo original es que sea un enorme cubo de cristal recubierto por una original celosía de hormigón oscuro. El resultado simula que la piel del museo estuviera envuelta con una mantilla de encaje negra o una red de pescadores. También recuerda a la estructura de un coral. En cualquier caso, el gigante entramado deja pasar la luz para crear dentro un bonito juego de luces y sombras.

Además de recorrer el interior, los visitantes pueden moverse por unas rampas que rodean el edificio a modo de un bucle periférico, situadas en el espacio entre el caparazón perforado y la fachada de cristal, para disfrutar del efecto de los reflejos del sol y de la vista en primera línea del mar. Al final o al comienzo del recorrido, -según por donde haya empezado-, se encuentra la azotea, desde donde sale una larga -y algo vertiginosa- pasarela que une el edificio con el antiguo Fuerte de Saint-Jean.

El MuCEM guarda además otro aliciente… sí, como estaba pensando… gastronómico, claro. El chef tres estrellas Michelin Gérald Passedat tiene aquí un pequeño despliegue de restauración: un restaurante panorámico, una agradable terraza y varios kioscos para algo rápido, además de una escuela de cocina, un huerto mediterráneo y un café en Fort Saint-Jean.

El 2013 también dejó otros edificios, nuevos o renovados, que han contribuido a componer el nuevo paisaje de la ex “suburbial” Marsella.

Tales como: el FRAC (Fonds Régional d’Art Contemporain, del arquitecto japonés Kengo Kuma, donde se reúne una colección que incluye piezas de artistas consolidados junto con otras de futuros promesas; La Fundación Regards de Provence dedicada al patrimonio artístico y cultural de Marsella y la Provenza y situada sobre la antigua estación sanitaria de Fernand Pouillon (declarada Patrimonio del siglo XX), que era el lugar del puerto destinado al control de enfermedades y donde pasaban la cuarentena las personas que llegaban a la ciudad por mar; O el MaMo, un centro de diseño y arte creado por el diseñador marsellés Ora ïto en la azotea del icónico edificio Cité Radieuse de Le Corbusier; Sin olvidarnos de La Friche, una antigua fábrica de tabaco en el barrio obrero de Belle de Mai, que después fuera casa okupa de artistas, y que ahora es una cooperativa de creadores dedicada a reunir diferentes espectáculos vanguardistas. Y LesDocks, los que fueran unos antiguos edificios industriales-portuarios del siglo XIX, hoy son un espacio para la vida diurna y nocturna de los marselleses lleno de restaurantes y tiendas.

Fotos: Patricia Palomar y Marseille Tourisme

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