La magia poscomunista de Sofía
Sofía es un destino poco popular entre las posibles ciudades que visitar de Europa. Pero, si nos desplazamos un poco más al este del continente y dejamos de lado las grandes capitales, en Bulgaria encontraremos el sitio perfecto para una rápida escapada. El atractivo de Sofía recae en sus reducidos precios y la posibilidad de recorrerla y ver los puntos de interés dando un paseo. Por un vuelo a un coste muy bajo se puede caminar por lugares donde se mezclan el declive del que fue un país comunista con el tímido asomo de una renovación arquitectónica en sus calles.
El turismo se ha vuelto una actividad habitual en Bulgaria. La culpa la tiene la amplia cantidad de vuelos a Sofía a precios muy reducidos, que ha movilizado a muchos europeos que no pensaban pasar un fin de semana visitando este país, pero que regresan encantados con su decisión. El bajo coste de la vida (es uno de los países más pobres de Europa) se cuela por los modernos pubs, bares y restaurantes que se alternan con detalles de la época poscomunista.
Recorriendo Sofía, es inevitable pensar que es punto de encuentro de la multiculturalidad. Tanto en sus construcciones como en sus templos religiosos, fruto de los 7.000 años de historia que la convierten en una de las capitales más antiguas de Europa, se respiran distintas vertientes y cultos. Cuna de la sabiduría, fue bautizada en honor a la Iglesia de Hagia Sofía, una de las más antiguas de la ciudad.
Pasear por la capital es viajar en el tiempo y trasladarse a la antigua URSS. En sus calles se erigen imponentes y monótonas construcciones soviéticas que se mezclan con espectaculares centros de culto religioso. Una estampa muy pintoresca.
La visita a la ciudad comienza por el centro de Sofía, ya que las principales atracciones turísticas se encuentran concentradas en un radio no muy amplio. Esta distribución, aparte de ser muy cómoda, hace muy fácil recorrer todo a pie y sin prisa, deleitándose con el aura a tiempos pasados que desprende. Las construcciones más antiguas se juntan con la modernidad que comienza a hacerse un hueco en la ciudad en torno al eje principal que conforman el Bulevar del Zar Osvobodite y la Plaza del Príncipe Alejandro I.
Una curiosidad de Sofía es que los pasos de cebra son casi inexistentes. Y decimos casi porque, aunque estén, parece que para los conductores son invisibles. A veces es más sencillo cruzar la ciudad por el subsuelo que por los pasos habilitados, con lo que acabamos visitando el metro sin pretenderlo, con túneles en los que encontramos tiendas de souvenirs o pequeños supermercados.
Pese a que no es necesario usar el transporte para recorrer Sofía, la ciudad está muy bien comunicada por metro, tranvía, autobús y trolebuses. Lo mejor es subirse al tranvía 22, que recorre la ciudad de punta a punta por tan solo un 1 Lev (es decir, 50cént.).
El recorrido permite ver cómo la ciudad se transforma y pasa de ser un punto de interés turístico con amplias construcciones, mezquitas, iglesias y sinagogas, a un ambiente mucho más residencial, con barriadas en la periferia. Se ve la capital en estado puro, su rutina y su pobreza.
Si hay un monumento popular en esta ciudad, es la catedral ortodoxosa Alexander Nevski. Un templo descomunal que se erige en medio de una amplia plaza y cuyas cúpulas, de oro y cobre, brillan en contraste con el verde desgastado de sus paredes.
La iglesia neo-bizantina es el corazón de la ciudad y se construyó entre 1882 y 1912 como homenaje a los soldados rusos caídos en la batalla cuando prestaban ayuda para liberar al país del dominio otomano en 1878. Con sus 72 metros de largo y su capacidad para 5.000 personas, es imposible no recaer en ella. La entrada es gratuita, como a casi todos los atractivos turísticos de Sofía, aunque si desean hacer fotos, les cobrarán 10 levs (5€).
En los alrededores de la catedral está la Plaza Narodno Sabranie, una concurrida plaza que alberga el monumento al zar Alexander II Osvoboditel. El zar, a caballo, sujeta una declaración de guerra contra el imperio otomano, colocado muy cerca de la actual Asamblea Nacional.
Otro de los puntos obligatorios en esta visita es la Plostad Nezavisimost (o Plaza de la Independencia), cercana a la mezquita Banya Bashi, recoge la antigua Casa Comunista, convertida en la actualidad en oficinas del Parlamento.
Bajo esta plaza se encuentra uno de los túneles por los que cruzar la ciudad y las ruinas de la antigua ciudad de Serdica, que llaman la atención por su aparente falta de cuidado y alta exposición al tacto del público que pasa por su lado.
Opuesta a la Casa Comunista se alza grandiosa Sofía, dueña de la ciudad. Una estatua de bronce de 24m de altura que represente a la diosa protectora de la capital. La figura representa a Santa Sofía, mártir venerada por la iglesia ortodoxa, que tapa su cuerpo dorado con un vestido negro. Antes de Santa Sofía, su lugar lo ocupaba una estatua de Lenin, en plena avenida de Ploshad Sveta Nedelya.
Cercana a la estatua se ve la mezquita Banya Bashi, la “mezquita de los baños”, construida en el s XVI. Lo mejor de este edificio es su interior, al que pueden entrar hombres y mujeres de forma gratuita siempre y cuando lo hagan descalzos y las mujeres lleven cubierto el pelo. Las paredes de la mezquita están pintadas con preciosos detalles en azul y rojo, resaltando el respeto del templo.
Justo enfrente se sitúa el Mercado Central, una opción perfecta para visitarlo si hace mal tiempo. Es un mercado típico del país, con puestos de comida, regalos, tecnología… Saliendo del mercado llegamos a la Sinagoga de Sofía, la sinagoga sefardí más grande del sureste de Europa.
Es llamativo visitar el edificio más antiguo de la capital, la iglesia de San Jorge, que se encuentra en el centro del patio de un edificio administrativo del Gobierno. La iglesia data del siglo IV, construida por los romanos, y fue mezquita durante la invasión otomana. Es un edifico pequeño, circular y de ladrillo rojizo que en su interior alberga frescos del siglo X. Dentro hay una señora que se dedica a recordar a todos los turistas que “No photos!”, por lo que es mejor no enfadarla.
La iglesia rusa de San Nicolás, con cinco cúpulas doradas, está un tanto escondida pero es muy recomendable visitarla. Se encuentra cercana a la catedral. Otros edificios a destacar son la catedral Sveta Nedelia, cuyo interior deja sin aliento, el Teatro Nacional y el Bulevar Vitosha, donde se encuentra la avenida principal, con gran cantidad de tiendas.
Como última curiosidad, fíjense en las klek, unas peculiares tiendas típicas de la ciudad en los que podemos encontrar cualquier producto y que se ubican en un sótano, asomadas a la calle por una ventana. El vendedor atiende de pie a la clientela, que se debe agachar para poder hablar con el mismo.
Si buscan degustar la gastronomía típica y disfrutar de la vida nocturna de la ciudad, lo mejor es que se acerquen a Sredets, nuevo punto neurálgico de la modernidad en Sofía. Una ciudad que, esperamos, se convierta en el próximo destino de moda. Porque, sin duda, merece la pena hacer una visita rápida.