La colorida y caótica magia de Valparaíso
Visitar la tercera ciudad de Chile es maravillarse con sus cerros, su caótica y abrumadora distribución urbana, sus peculiares museos, sus bares singulares y las vistas que pueden disfrutarse desde los puntos más altos de su geografía. Una ciudad con forma de anfiteatro cuyo centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad hace 14 años y que sigue siendo un reclamo para los turistas, al igual que un lugar de remarcada importancia para el país por su valor arquitectónico, histórico, cultural y económico. En la falda de sus colinas se expande el Plan, el centro administrativo, comercial y financiero de la zona, donde reluce la “Joya del Pacífico”, su puerto. Recorremos este peculiar paraíso latinoamericano y descubrimos los rincones mejor guardados del valle.
El peculiar nombre con el que bautizaron a este trocito de Chile resume a la perfección las maravillas que encierra este valle paradisíaco. Existen dos versiones para explicar su origen: la primera, atribuida a Juan de Saavedra, establece que en 1536 el conquistador bautizó al lugar donde encontró su nave, “Santiaguillo”, en honor a su pueblo natal de Valparaíso de Arriba, actualmente en Cuenca. La segunda versión es más literal y cuenta que los soldados del navegante Juan Bautista Pastene lo habrían llamado “Val del paraíso”, por su forma de valle y su mágica belleza, nombre acabó por acortarse hasta su nombre actual: Valparaíso.
La “Joya del Pacífico”
Tan sólo con observar la ciudad, nos damos cuenta de que su peculiar geografía la divide en dos partes bien diferenciadas, el plan y los cerros. El Plan o planeamiento urbano es la zona baja, donde se encuentra el puerto, más conocido como la “Joya del Pacífico”, y por el que comienza la excursión por Valparaíso. El puerto es de una vasta extensión y llama la atención nada más aterrizar en la ciudad por el conjunto de colores y el aire marítimo que imprimen la zona. Los contenedores, apilados a las puertas del embarcadero y de gran variedad de intensos colores, ofrecen una imagen industrial en una zona rodeada de naturaleza, un contraste que se intensifica con el azul del océano. ¡Quién iba a pensar que los puertos industriales podían tener encanto! La “Joya del Pacífico era la antigua entrada principal a Valparaíso, y un paseo por el puerto hace que comprendamos por qué fue bautizado con un nombre tan poético. En su superficie se han construido distintos barrios, protagonistas en la actualidad de la actividad económica y financiera del lugar. La vida de esta ciudad descansa en el valle.
Valparaíso es una zona muy afectada geográficamente por la actividad sísmica, por lo que se ha sometido a distintos planes de reurbanización y restauración en las últimas décadas. Estos planes son los culpables de la reconocible disparidad entre los distintos tipos de edificios que pueblan sus calles, distribuidos por la ciudad en distintas alturas. La vista desde el puerto hacia los cerros hará que se queden fascinados con un lugar que parece imposible y que se mueve a la perfección por su propio caos.
Sus 43 cerros
Los cerros son el lugar residencial y la parte más mágica y atrayente de la ciudad. En estas 43 colinas, de diversas alturas y distribuidas por la ciudad de forma esporádica, casi caótica, se reparten a partes iguales chabolas, lujosas viviendas, catedrales, iglesias, bancos… infraestructuras que se presentan con diferentes tamaños, colores y estilos arquitectónicos, al igual que la diversidad de la sociedad que puebla Valparaíso. En esta visita a la ciudad chilena, es imprescindible calzarse las botas y prepararse para una caminata de altura, ya que la llegada a la cima, aunque sea sin aliento, hace que el ascenso merezca la pena.
Los cerros son fácilmente accesibles a pie, no hace falta que seamos unos expertos en escalada para disfrutar como un local de la zona central de Valparaíso. Aunque si les preocupan las cuestas empinadas e imposibles, les alegrará saber que los chilenos se han adelantado y en su momento establecieron un plan para construir varios ascensores a lo largo y ancho de los cerros para facilitarles el acceso a sus viviendas a los vecinos más mayores (y a los turistas más vagos). ¡No hay excusa para subir!
Ascendiendo por la ruta natural de los cerros, se puede comprobar cómo cada uno es único y distinto de otro. Los barrios de vecinos, bares, restaurantes, tiendas, museos, lugares de culto religioso o escuelas se localizan en distintos niveles, por muy imposible que parezca erigir una ciudad en un lugar como este. Las callejuelas que se abren paso entre las viviendas muestran una vista privilegiada de Valparaíso y animan a seguir descubriendo qué camino, cuesta o mirador se esconde en la esquina siguiente.
Para disfrutar de estas vistas, los miradores más espectaculares son: Portales, Esperanza, O’Higgins y Marina Mercante. Para pasear más tranquilamente, recomendamos los paseos 21 de mayo, Yugoslavo, Atkinson, Gervasoni y Dimalow. Sin embargo, lo mejor es ir recorriendo a un ritmo pausado estas calles, perderse entre las viviendas e ir subiendo por donde el instinto le guíe. Sin prisa.
Parece tarea difícil quedarse con alguno de los 43 cerros que pueblan Valparaíso, y es que cada uno cuenta con sus propias características y lo hacen único. Hemos seleccionado los tres que más impactan a primera vista y a los que es aconsejable visitar tomándose un respiro y haciendo un par de paradas en las tiendas locales o en sus restaurantes y bares.
El Cerro Concepción reúne la arquitectura más cuidada y detallista, haciendo gala de la elegancia que los inmigrantes alemanes e ingleses que llegaron a la ciudad en el siglo XIX imprimieron en la zona. Vale la pena admirar la influencia europea entre las chabolas y la cultura chilena del cerro. El interés turístico que suscita este cerro ha transformado sus casonas, que ahora sirven como hoteles, tiendas y restaurantes.
Cercano a la Concepción encontramos el Cerro Alegre, quizás el más transformado por y para los turistas, con una amplia oferta de hoteles y servicios. De amplia influencia europea, al igual que su cerro vecino, destaca por las increíbles mansiones que se aferran a los cerros y que han usado la tierra para crear balcones y jardines usados por los actuales comercios como terrazas donde poder tomar algo. El lujo y la esencia de Valparaíso se mezclan en este cerro, ofreciendo un paisaje más que curioso.
Y para terminar, nos acercamos al Cerro Bellavista y Florida, conocido también como el Cerro de los Artistas por sus coloridas obras de arte y construcciones metálicas que recorren las viviendas. Es el lugar perfecto para admirar el destacado arte urbano de Valparaíso, visitar La Sebastiana y el Museo Cielo Abierto. Un cerro convertido en arte para el deleite de los curiosos.
Escalada en ascensor
Otra opción es la de ascender algunos cerros usando sus elevadores, que permiten una vista única del puerto y del contraste con las coloridas viviendas de las montañas. Los ascensores comenzaron a construirse para facilitar la vida a los residentes chilenos y el plan inicial era crear uno por cada cerro, pero la llegada de los autobuses y el tendido de caminos facilitó la subida y paralizó el plan. En la actualidad quedan 15 de ellos en pie y en funcionamiento. Toda una alegría para quienes llegados a este punto se hayan cansado de ascender los cerros y la excusa perfecta para probar un ascensor chileno en medio de un cerro.
Los ascensores son una figura curiosa dentro de las zonas residenciales. En vez de encontrarlos en el interior de las casas podemos ver cómo se presentan majestuosamente uniendo viviendas en medio de las callejuelas y los caminos. Bautizados por el cerro o la zona en la que se encuentran, los mejores son: Polanco, Barón, El Peral, Concepción, Reina Victoria, Artillería y Cordillera.
Arte urbano
Olvídense de Berlín, Valparaíso no tiene nada que envidiar al arte urbano de sus calles. Los chilenos lo han instalado dentro de los cerros hasta conseguir que el arte callejero invada cada esquina y vivienda. Los coloridos murales se distribuyen por todas sus colinas e infraestructuras y amplían la sensación de magia que guarda la ciudad. Todos los barrios de Valparaíso presumen de su arte, exhibido a lo grande en sus fachadas y sus suelos, con obras que se distinguen entre las distintas alturas de las colinas y jugando con sus elevaciones, creando en ocasiones obras en tres dimensiones. El museo ha llegado a la ciudad y la ha hecho suya.
Esta expresión artística ha transformado a la ciudad y la ha rehabilitado, creando un espacio de colores en el que se dan cita todos los tipos de arte, desde las pinturas más surrealistas a las reivindicaciones políticas. Es sencillamente espectacular cómo los murales se han acabado fundiendo con su entorno y han devuelto a la vida a muchas zonas de la ciudad.
La Sebastiana
Valparaíso es una ciudad muy ligada a su anfitrión de honor: el poeta Pablo Neruda. El escritor chileno se mudó a la ciudad, cansado del bullicio de Santiago, y encontró en una vivienda en el Cerro Florida su particular refugio. La vivienda, bautizada La Sebastiana en honor a su constructor, el español Sebastián Collado, se mantiene abierta para que los turistas y los curiosos puedan echar un vistazo e intimar con la figura de Neruda.
La Sebastiana es un hogar de cinco pisos de altura en los que encontramos objetos tan dispares como un caballo de madera traído de París, un bar en el segundo piso, tras el que Neruda preparaba “Coquetelón” (mezcla de sabores con alcohol) para sus visitantes y amigos, o la habitación del poeta en el cuarto piso, con unas vistas panorámicas verdaderamente espectaculares de la ciudad.
Fue en este lugar donde Neruda pasó sus mejores años y donde disfrutó de la belleza y la loca distribución urbanística de un lugar como Valparaíso, sobre la que escribió varios poemas. Quizás, el que mejor ilustra la magia de este lugar sea la «Oda a Valparaíso”, que dice así: “Valparaíso, qué disparate eres, qué loco, puerto loco, qué cabeza con cerros, desgreñada, no acabas de peinarte, nunca tuviste tiempo de vestirte, siempre te sorprendió la vida, te despertó la muerte…”. Una ciudad dispar e incomparable a los pies del Océano Pacífico.