Invierno en Ibiza: la isla más allá del verano
La imagen mental que medio mundo tiene de Ibiza es la de esa soleada isla del Mediterráneo donde playas increíbles, preciosos entornos naturales y fiesta, mucha fiesta, esperan a sus visitantes. Pero el invierno, con sus lluvias y su frescor, también es una época ideal para disfrutar de la ínsula sin las aglomeraciones ni los precios propios del estío. Le damos unas ideas para disfrutar del invierno en Ibiza. ¡Quién pudiera estar ahora allí, aunque fuera con abrigo y bufanda!
Flores, vinos y buñuelos
El 17 de enero tuvo lugar una de las celebraciones más conocidas de la isla en invierno. Se trata de Santa Agnès de Corona, día grande de la localidad norteña de Sant Antoni. La dulce alfombra de los almendros en flor acompaña cada año la fiesta de esta bonita localidad, que disfruta como nunca de la procesión de la patrona del pueblo alrededor de la iglesia (con la consabida misa). Pero todavía quedan muchos días de fiesta y celebración en Sant Antoni con motivo de sus fiestas: el día 29 de enero, por ejemplo, se celebra la torrada, con repostería ibicenca y vino payés para todos. Conviene echar un ojo a la programación porque es divertida y anda bien surtida de eventos hasta el 26 de febrero.
Disfrutar de la naturaleza de la isla
La naturaleza de Ibiza es de una incomparable belleza, más allá de las imágenes de sus playas. Ibiza cuenta con dos parques naturales con un alto valor ecológico que merecen una visita. Uno de ellos, absolutamente imprescindible, es el parque natural de Ses Salines, situado entre el sur de la isla y el norte de Formentera. Con sus 1.786,52 hectáreas terrestres y 13.611,80 marinas, ofrece paisajes de alto impacto, como los estanques de las salinas: alquile una bici (o una moto) y disfrute de los caminitos y playas que los rodean; le prometemos que no olvidará esas costas, los acantilados y los islotes que lo configuran. También hay una fauna considerable, con especies como el halcón peregrino y el águila pescadora. Además, si vamos en familia, los fines de semana hay talleres, con actividades tan variopintas como hacer jabón o interpretar el cielo en invierno, rutas fotográficas e itinerarios interpretativos.
El otro espacio que podemos recorrer en invierno en Ibiza es la reserva natural de Es Vedrà, Es Vedranell i de los islotes de poniente. Los atolones están agrupados en dos zonas: por un lado encontramos los de Es Vedrà y es Vedranell y por otro los islotes de Ponent (sa Conillera, la isla des Bosc, s’Espartar y ses Bledes: na Gorra, es Vaixell, na Bosc, los islotes d’en Ramon y na Plana. Están en la zona de Sant Josep de sa Talaia, en el oeste de Ibiza, y en ningún caso puede desembarcar en ellos. Tampoco hay visitas guidas. Pero sí es muy agradable disfrutar del paisaje, pasear por las playas y los campos de cultivo, recorrer los bosques y apreciar sus imponentes montañas; de hecho, aquí encontramos sa Talaia, la elevación más importante de la isla, con unos muy dignos 485 metros sobre el nivel del mar.
Disfrutar de los pueblos y monumentos más bonitos
Sin tanta gente, con otra luz y otro aire muy diferente: así lucen los municipios y localidades más bonitos de Ibiza. En la capital hay que dejarse caer, cómo no, por Dalt Vila, parte alta del núcleo histórico de la ciudad que desde 1999 presume de ser Patrimonio Mundial de la Unesco. Con 70.000 metros cuadrados acotados por una muralla renacentista con siete baluartes que les animamos a recorrer (está muy bien señalizado). Puede empezar por el Portal de ses Taules (con su bellísimo patio de armas) y reponer fuerzas en alguno de los restaurantes de la Plaça de Vila o hacer unas compras. Para unas vistas de lujo… vaya usted; y esté muy atento a las que ofrece el baluarte de Sant Bernat, donde podrá ver Formentera y Ses Salines. En este lugar se situaba la artillería del ejército para defender la isla de los ataques marítimos.
Los pueblitos de la isla también están mucho más tranquilos, así que lo mejor es alquilar un coche y recorrer la isla, algo muy asequible, ya que solo tiene 41 kilómetros de norte a sur y 15 kilómetros de este a oeste. Si salimos de la capital (por la carretera antigua) llegaremos a Santa Eulalia, donde podemos pasear por su precioso paseo marítimo y probar alguno de sus restaurantes. A solo seis minutos está San Carlos; aquí destaca su mediterránea iglesia encalada, construida en 1785. Dos playas nos esperan (aunque el baño es algo que depende de su valentía): la de Aguas Blancas y a continuación la Cala de San Vicente. Desde allí arribaremos a los pueblos de San Juan y San Miguel, resplandecientemente blancos y típicos de la isla. Tras la visita desembocamos en Santa Gertrudis, pueblecito muy pintoresco y famoso por sus bocadillos de jamón, un placer que debe regalarse.
Los pueblos del Norte también merecen ser descubiertos en esta época de más frío y pueden llevarle entre 4 y 6 horas. Si salimos de San Antonio a San Rafael descubriremos su cerámica, muy conocida en la isla. Si ya conocemos San Miguel vayamos hasta Santa Inés. El camino nos regala un bellísimo paisaje plagado de viñedos, almendros, naranjas y colinas. De ahí baje a Cala Salada y simplemente regale a sus ojos tan bonita visión.