El Caminito del Rey, un paseo real
El Caminito del Rey, en la provincia de Málaga, es hoy un recorrido agradable que permite ver sin peligro lo que antiguamente tuvo enormes riesgos. Una sólida pasarela conduce al visitante por encima del cañón tajado por el río Guadalhorce, a veces a más 100 m de altura, mostrándole impresionantes cortadas y paredes verticales, pero sin dejarle correr ningún riesgo.
El Caminito del Rey es el ejemplo perfecto de cómo transformar una instalación para aguerridos trabajadores en una plácida visita turística.
Hubo un tiempo en que el Caminito del Rey medía medio metro de ancho, carecía de barandillas y tenía tramos rotos, sin suelo, que hacían que hubiera que agarrarse a las paredes para no caer al vacío.
Pero hoy, salvo que usted sea muy aprensivo y tenga tendencia a ponerse en lo peor, el camino es un cómodo paseo que no da ningún miedo y no produce ni pizca de vértigo. Lo único que preocupa es contemplar la antigua pasarela que a veces discurre por debajo de la actual y que muestra un aspecto realmente peligroso: se ve que hace años hubo gente que no debió de pasarlo bien en el recorrido. De hecho, en 1999 murió un excursionista, y tres más al año siguiente.
El camino estaba cortado al público, pero los amantes del riesgo son muy dados a desobedecer, así que las autoridades competentes decidieron acondicionarlo para evitar más disgustos. Y se hizo muy bien.
Se llama Caminito del Rey porque…
El Caminito del Rey recorre el desfiladero de los Gaitanes, un valle tradicionalmente frecuentado por pastores y cazadores. El cañón excavado por el río Guadalhorce, en el término municipal de Álora, a veces es muy estrecho, de solo 10 metros de anchura, y otras es muy alto, 700 metros por encima del río.
En el siglo XIX se creó en este lugar una línea férrea que comunicaba las cuencas mineras de Córdoba y Málaga mediante túneles y viaductos.
Una intervención posterior aprovechó el desnivel del desfiladero para generar electricidad. Con el fin de facilitar las tareas de mantenimiento, se construyó una pasarela pegada a la roca que permitía supervisar desde unos balconcillos la situación de los saltos de agua.
En 1921 finalizó la construcción de unos embalses que garantizaban la producción eléctrica también en tiempos de sequía. En ese año, Alfonso XIII se acercó a colocar la última piedra del pantano de El Chorro y recorrió el camino de servicio, que desde entonces es conocido como Caminito del Rey.
Un recorrido al alcance de todos
A unos 60 km de Málaga, a 35 de Antequera y a 60 de Ronda, más o menos, está el camino. Tras la reconstrucción con dinero público, se cedió la gestión a una empresa privada que organiza las visitas en cupos de 50 personas cada media hora. Parece agobiante, pero no lo es.
Puede comprar las entradas fácilmente desde su página web, aunque con bastante antelación, porque la demanda es muy alta. Cabe la posibilidad de que se cancele el acceso si hace mal tiempo, pero en ese caso le devolverán rigurosamente lo pagado.
El recorrido es lineal, con lo cual, una vez terminado, hay que tomar un autobús que nos lleve hasta el aparcamiento donde hemos dejado el coche (conviene pagar el billete al comprar la entrada). El sistema está bien organizado, hay dos accesos diferentes y los buses pasan constantemente.
Es importante llegar con al menos media hora de antelación a la hora de la visita porque el acceso desde el aparcamiento a la entrada es largo. Allí nos proveen de cascos y nos dan la charla sobre los peligros del recorrido, lo que se puede hacer y lo que no. Las señales son alarmistas, tipo «elevado riesgo», pero cabe suponer que es para curarse en salud. No hace ninguna falta estar en buena forma física y basta con llevar zapatillas deportivas o calzado de trekking, porque el firme es cómodo.
A partir de ahí, recorrerá unos 3 km de pasarela adosada a la roca, atravesará algunos puentes y caminará por senderos que en total suman 7,7 km. No se hace largo, unas 3 o 4 horas, dependiendo del número de selfies que uno se tome y de las paradas para admirar boquiabiertos el paisaje, que es muy variado, desde desfiladeros con fuertes pendientes y paredes verticales, hasta el río Guadalhorce y sus cárcavas, fallas y fisuras.
La traca final es el puente del diputado Ignacio Mena, sobre el que a todo el mundo le gusta preguntarse «¿Y si esto se cae?».
No existen servicios en todo el tramo, solo antes de iniciar el camino y al finalizarlo. Imprescindible llevarse agua y bocata.
Para disfrutar de principio a fin
Los alrededores están declarados Zona de Especial Protección para las Aves, y hay fauna abundante del Catálogo de Especies Amenazadas de Andalucía. En el desfiladero viven colonias de buitres leonados que, con suerte, nos acompañarán durante el recorrido. Veremos águilas reales, halcones y cabras montesas. Más difícil será toparnos con búhos, zorros, murciélagos y nutrias, aunque haberlos haylos, o eso dicen. También abundan los reptiles y los anfibios.
Se disfruta mucho. Lo único malo es la penosa imagen que usted va a ofrecer en tan idílico paraje, porque debajo del casco hay que llevar un gorrito desechable con goma, como esos de quirófano, y no favorece nada.