Aviñón, la ciudad de los Papas (que no es el Vaticano)

Le habrá pasado en más de una ocasión… estar en una zona relativamente fronteriza y sentir que tan pronto se encuentra en un lado que en el otro. Eso es lo que sucede en Aviñón donde, al igual que en el resto de pueblos provenzales, la influencia de la cuenca mediterránea -sobre todo italiana-, está presente por doquier. Tan francesa como mediterránea, ese es el encanto de esta ciudad. Pero es que además en este lugar hay otro motivo aun mayor de tal influencia: haber vivido aquí durante sesenta y ocho años los Papas de Roma, en el siglo XIV. Un breve periodo de tiempo pero que dio lugar a los correspondientes influjos en arquitectura y arte, e incluso en las costumbres e idiosincrasia del lugar. Así que, sí, para empezar la capital de Vaucluse atrapa por ese capítulo de su historia reflejado en un ensoñador patrimonio. Pero aquí no se sentirá dentro de un museo o escenario teatral inerte como sucede en otras ciudades de postal. Porque la bonita y monumental Aviñón es hoy ante todo una pequeña ciudad de provincia que respira mucha vida y animación. Recuérdelo y lo comprobará.

Su pasado papal se refleja en un patrimonio de imponente presencia que parece sacado del mejor relato medieval.
Si se está preguntando cómo fue que la grandiosa Roma perdió el papado y fue a parar hasta aquí, a la Provenza francesa… la explicación es que en el siglo XIV por razones principalmente políticas y por la violenta agitación que se vivía en la península itálica, el pontífice Clemente V -francés de nacimiento y arzobispo de Burdeos antes que papa- trasladó la Santa Sede a esta ciudad gala. Eran tiempos de Felipe el Hermoso, quien presidió la coronación papal de Bertrand de Got como Clemente V en Lyon. El nuevo papa ni siquiera bajó a Italia, y en 1309 se dirigió a Aviñón donde estableció su residencia y el gobierno de la Iglesia. En total fueron siete papas los que desde aquí llevaron las riendas de la cristiandad antes de que Gregorio XI regresa a Roma en 1377. Y tras ello todavía continuaron otros dos -en este caso, papas cismáticos- en la villa, la cual permanecería en posesión del Estado pontificio hasta su anexión a Francia en 1791 durante la revolución francesa.
Ser la residencia de los papas y de toda su corte influyó indiscutiblemente en el estilo arquitectónico, artístico y cultural de la ciudad.
Palacio de los Papás: fortaleza, iglesia y palacio, todo en uno
Con una superficie equivalente a cuatro catedrales góticas (15.000 m2 de superficie), el palacio papal de Aviñón, en realidad fortaleza, iglesia y palacio, es uno de los mayores edificios góticos de Europa -si no el más grande, según defiende Turismo de Aviñón-. Construido en menos de veinte años a partir de 1335, tiene un aspecto medieval, robusto aunque estilizado a la vez, y con un cierto aire toscano que denota la procedencia de sus promotores: la curia pontificia. Hoy la visita a su claustro y capillas, a las habitaciones papales o a las gigantescas salas de audiencia y de gala -la más grande podía albergar hasta 700 personas- nos dan buena cuenta del poder que llegaron a reunir sus propietarios -Papas y corte pontifical incluida- y todo el esplendor cultural y la fastuosidad que aquí se vivió.

Siendo la residencia de los soberanos pontificios durante el siglo XIV, no es difícil imaginar el trasiego de gente, intrigas, lujos y festines que aquí se sucedieron.
Los banquetes duraban siete horas y los manjares que se disfrutaban -mucha caza y vinos de la comarca y de Nimes- se servían rodeadas de todo lujo. Un dato: hasta 250 kilos de oro en vasos en tiempos de Clemente VI. Algo por lo que el propio papa mandaba hacer inventario antes y después de cada convite para asegurarse de la no actuación de algún “amigo de lo ajeno”. Otra anécdota de este sumo pontífice es que fuera la primera persona (al menos en Francia) en utilizar el tenedor – por entonces se comía con las manos. Y claro, para marcar su supremacía, solo él podía utilizar ese nuevo artilugio tan práctico.
De los siete cónclaves que se celebraron en Aviñón, cinco se resolvieron aquí dentro. En aquella época, los cónclaves duraban incluso años (por ejemplo, Juan XXII fue nombrado tras casi dos años y medio de cónclave), no era necesario estar presente para ser elegido y no había “fumata blanca” sino que un hombre tocaba las campanas durante 24 horas para hacer saber que había sucesor.
Hoy en día, el Palacio de los Papas recibe más de 560.000 visitantes al año. El enorme complejo, además de las visitas turísticas, acoge exposiciones temporales, conciertos y obras de teatro como las que se desarrollan en su mítico Cour d’Honneur (Patio de Honor) durante el importante Festival d’Avignon -del que también hablaremos-, además de otros eventos. Sus tesoros más admirados son los tapices gobelinos de la sala de festines Grand Tinel -que es donde se celebraban los cónclaves-, y los frescos del siglo XIV del pintor italiano Matteo Giovannetti en las capillas de San Marcial y San Juan. Por supuesto también la sala de gala La Grande Audience, el cour d’Honneur y el claustro de Benedicto XII, este último protegido por cuatro altas torres.

Pero junto con este edificio, principal reclamo del Aviñón histórico, hay otras construcciones medievales que visitar:
“Sur le pont d’Avignon…”
Una de ellas, casi tan famosa como el propio Palacio de Los Papas, además de muy querida en Francia, es el puente St-Bénézet de Aviñón. Ello se debe a la canción que dice así su estribillo:
«Sur le pont d’Avignon, on y danse, on y danse, sur le pont d’Avignon, on y danse, tout en rond…»
Y es que la visita a este puente evoca los recuerdos de la infancia de muchos franceses al son de esta melodía. De los veintidós arcos que tenía cuando se construyó en el siglo XII -ocupaba casi un kilómetro de longitud-, hoy solo quedan cuatro. Las fuertes crecidas del Ródano a su paso por aquí arramplaban con ellos. Tras sucesivas reconstrucciones, Luis XIV en el siglo XVII decidió que así se quedaba.
Tuvo una gran importancia estratégica pues era el único puente fijo que cruzaba el Ródano y por tanto la única manera de conectar las rutas desde Lyon hasta el Mediterráneo obligando a pasar por el condado Venaissin controlado por los Papas. Y el Ródano, que nace en los Alpes suizos en un glaciar, y atraviesa y nutre el enorme lago Lemán, llega a ser el río europeo más importante y caudaloso de la vertiente mediterránea, pasando por ciudades como Ginebra y Lyon.
Diríjase hasta el borde del puente, que llega casi hasta la mitad del río, verá la fuerza del agua a sus pies. Y a sus espaldas tendrá una bonita perspectiva de la Aviñón fortificada, con la muralla del siglo XIV en primer término, y detrás el parque Rocher des Doms, la catedral y el palacio de los Papas. También puede adentrarse en su interior pues en la primera arcada hay una capilla románica del siglo XVI, dedicada a San Nicolás y a San Bénézet, el niño pastor promotor del puente que además se encuentra ahí enterrado.

Los cinco kilómetros de las murallas
Protegían a la ciudad de las inundaciones, además de su natural finalidad defensiva contra enemigos, obviamente. De las doce entradas que tuvo, quedan siete.
Rocher des Doms, el farallón defensivo que marcó el inicio de todo
De este parque decir que fue donde nació Aviñón por su situación estratégica, un peñón de unos 30 metros de alto sobre el Ródano desde donde se domina la región hasta donde la vista alcanza. Hoy en día no queda nada de sus orígenes, que datan del Neolítico, y en su lugar hay un bonito jardín con árboles centenarios. Es el lugar perfecto para ver con la mejor perspectiva el afamado puente y el caudaloso Ródano, justo a sus pies.

Notre-Dame des Doms
Junto al Palacio de los Papas se encuentra Notre-Dame des Doms, la catedral de la ciudad. Fue construida en el siglo XII (sobre una ermita del VI) en estilo románico provenzal y después ampliada y renovada en estilo gótico. También cuenta con partes barrocas del siglo XVII y otras del XIX. En su interior está enterrado el Papa Juan XXII en un mausoleo que de talla gótica (siglo XIV) es una de las obras más bellas dentro del templo. Por fuera, la protagonista del edificio es, en lo alto del campanario, la estatua dorada de casi cinco toneladas de la Virgen María.

Pero más allá de entusiasmar por su atractivo histórico, lo que sorprende al llegar a esta pequeña urbe de provincia es que sea una Aviñón muy viva, con mucho ambiente en las calles y con gran actividad cultural.
Es una ciudad pequeña y cómoda que entre plazas y edificios góticos sus calles respiran mucha vida y animación.
Unas simples pinceladas de la animada vida de las calles delatan que esta vieja ciudad es moderna casi sin proponérselo. “Casi” decimos porque Aviñón se toma muy en serio que las últimas tendencias artísticas, y la cultura en general, fluyan por doquier. El famoso Festival d’Avignon tiene mucho que ver con ello. Toda esta otra faceta de vigorosa vida social y cultural de la capital del departamento de Vaucluse, más los lugares y calles por las que hay que perderse, se lo contamos aquí a continuación.