Una ruta por la alta pastelería y tiendas gourmet de Luxemburgo

Inspirados por el espíritu del “flâneur”, en la ciudad de Luxemburgo es imposible dejar de deambular por sus encantadoras calles dejándonos sorprender por lo que va presentándose a nuestro paso, entrando y saliendo de tiendas de diseño, antigüedades, boutiques, galerías, cafés, pastelerías…. Las opciones son muchas, pero en esta ocasión, como buenos gourmets que somos, vamos a tomar el pulso a esta pequeña urbe siguiendo las tentaciones del paladar como tema central. No es nada exagerado decir que sólo por lo que atañe al arte culinario y del vino, merece una visita; y por extensión, a la cercana región vinícola del Mosela.

 

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Oberweis es uno de los mejores rincones para merendar en Luxemburgo. Imagen de su facebook.

 

En panaderías y confiterías, tiendas de delicatesen y de vinos… emplazadas todas ellas en elegantes edificios históricos, irá usted adentrándose en los productos (que no ocultan las influencias francesa y alemana) que más gustan en la región. Como los pralinés, los bretzels y el pastel Bamkuch (se traduce como “pastel de árbol” porque, con varias capas en su interior, cuando se corta se ven los anillos horneados como sucede en un tronco de árbol). En vinos, el rey indiscutible es el crémant, un espumoso del valle del río Mosela que se elabora con las mismas técnicas del champagne pero que al no pertenecer a Francia no se puede denominar como tal. Para su información: en carnes, productos lácteos, vinos, crémants y licores hay una etiqueta identificativa de producto local de Luxemburgo: “Sou schmaacht Lëtzebuerg”.

La oferta de establecimientos gourmet en Luxemburgo, dado que se trata de una ciudad pequeña, es muy manejable. Sin prisas, en dos o tres días se habrá peinado los sitios imprescindibles. Son treinta y dos las firmas dedicadas a la buena mesa entre pastelerías, tiendas gourmet, de vinos, y alguna que otra concept store, que Turismo de Luxemburgo recopila como las más importantes. Unas modernas y de diseño. Otras antiguas y que no esconden sus arrugas, es más: se enorgullecen de su veteranía mientras se han sabido reinventar. Y todas ellas, de gran calidad.

Pero le advertimos que son tantos los placeres culinarios que hay que ir con cuidado para no pasarse todo el viaje entregado en exclusiva al deleite del paladar; ¡haga hueco! para visitar también los mayores atractivos históricos y culturales de la ciudad.

En nuestro paseo por la capital del Gran Ducado, estos son algunos de los que nos han parecido más especiales y que un viajero sibarita no debería perderse:

Chocolate House. Chocolate para comer o beber 

En su visita a esta ciudad, asegúrese de disfrutar del chocolate en la “casa” de Nathalie Bonn. Es el lugar idóneo para rendirse a este dulce pecado. La situación no puede ser más especial: la localiza en el 20 de rue Marché Aux Herbes, en pleno centro frente al Palacio Gran Ducal. Cuando abrieron en 2008, el sueño de Nathalie y de sus dos hijos y cofundadores era crear un lugar acogedor y original donde hacer un chocolate que nunca se olvidara. ¡Y a la vista está que lo han conseguido! puesto que Chocolate House es un imán para los locales y turistas golosos.

El ambiente del local y sus elaboraciones tienen un aire alegre y fresco. No por ello se toman menos en serio su profesión. Como no podía ser de otra manera, el cacao es el protagonista indiscutible. Sólo se utilizan los mejores chocolates belgas y franceses y los ingredientes más finos: canela, vainilla bourbon, pan de jengibre, galletas de mantequilla, clavo, anís estrellado…. La producción, por supuesto artesanal y sin añadir grasas vegetales, aromatizantes y colorantes artificiales, ni potenciadores del sabor o conservantes.

 

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En Luxemburgo, los bombones en: Chocolate House. Imagen de su página de facebook.

 

Encuentra una inimaginable variedad de chocolate, junto con pasteles, unas tartas que quitan el sentido y otros productos de lo más simpáticos y originales.

Pero la especialidad de la casa son las choco-cucharas. Tienen una enorme variedad de este formato de chocolatina tan poco habitual en España. En realidad son bloques de chocolate sobre una chuchara de madera para tomar derritiéndolos dentro de una bebida caliente. Tampoco faltan especialidades sin alérgicos: libres de gluten, nueces o leche. Y se organizan talleres para aprender uno mismo a hacer los más deliciosos chocolates. Asegúrese de dedicar al menos 10-15 minutos para realizar algunas compras que llevar de vuelta a casa. ¡imposible no comprar alguna de esas cucharas de maderas con el chocolate!

Pastelería Namur. Veteranía reinventada  

Es el caso de esta confitería situada en el 27 de la Rue des Capucins. Se trata de un negocio familiar que tiene a sus espaldas 165 años y 6 generaciones de pasteleros. Namur es toda una institución en Luxemburgo. Aunque su origen curiosamente tuvo lugar a unos cuantos miles de kilómetros: en Sacramento, California, donde Nicolas Namur, un inmigrante luxemburgués, fundó su primera pastelería. Fue la Guerra de Secesión norteamericana lo que hizo que regresara a Luxemburgo. Desde entonces hasta ahora Namur lleva endulzando las vidas de los luxemburgueses, incluida la familia real pues tiene el sello de “Fournisseur de la Cour” (proveedor de la Corte).

 

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La tienda en Rue des Capucins es la pionera de las seis que Namur tiene por todo Luxemburgo. Imagen de su página.

 

Todos los productos son elaborados de manera artesanal con materias primas de puro capricho como almendras de Sicilia, avellanas de El Piamonte, fresas Senga-Sengana, castañas de Turín y naranjas de Valencia. El resultado son unas tartas, pasteles y dulces finísimos y una bollería a la que es imposible decir que no. Tienen fama sus mazapanes y ¡los con praliné son un auténtico pecado!; pero no se quedan atrás los bavarois, el pastel de chocolate, el luxemburgués Bamkuch y el postre Mont-Blanc de crema de castañas. Sepa además que los chocolates se hacen en pequeñas cantidades bajo las recetas de casi un siglo de antigüedad y que todos los pasteles se preparan a diario. También tienen helados, panes, bocadillos, aperitivos salados, quiches… ¡No se vaya de aquí sin probar un bretzel relleno de praliné!

Pastelería Oberweis. Estilo contemporáneo 

Entre todos los pequeños locales que salpican las calles de Luxemburgo, nuestra siguiente parada es en esta pastelería. Muy cerca del Museo Nacional de Historia y Arte y al inicio de la calle más animada de la capital, la Grand Rue, encontramos este espacio que rezuma pasión por la exquisitez y la vanguardia pastelera. Entre tradición y modernidad andan las creaciones de los hermanos Oberweis, que con el talento y la inspiración del “arte de hacer pastelería” iniciada por sus padres hace unos 50 años, elaboran una carta de productos clásicos que se ofrecen todo el año, junto con otras creaciones temporales que añaden en cada estación y en las que dan rienda suelta a la creatividad e innovación para complacer a los gourmets más exigentes.

 

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Pastelería Oberweis: al rico pastel. Imagen de su página de facebook.

 

Una vez dentro de este espacio, minimalista y actual, ya no habrá posibilidad de no quedar cuasi-hipnotizados por las tentaciones que vamos encontrando. A ambos lados de nosotros, mostradores con chocolates, tartas, pasteles, mermeladas, macarons, helados, galletas y bollería, ¡cada cual más irresistible! Y además de las delicias dulces, elaboran una completa carta de aperitivos, entrantes y platos principales, y venden una selección de delicatesen, jamón ibérico de bellota incluido. Que no nos falte decir antes de acabar que Oberweis también es establecimiento “Fournisseur de la Cour”.

Maison Kaempff-Kohler. Nada como los productos tradicionales  

Hay una tienda donde se venden todos los productos regionales tradicionales de Luxemburgo, junto con otras delicatessen foráneas. Hablamos de esta maison que desde 1922 alimenta a los luxemburgueses con una cuidada selección de quesos, charcutería, vinos, panes, platos preparados y pastelería en el número 14 de la Rue du Curé.

La Maison Kaempff-Kohler es un lugar de visita obligada para sibaritas dentro de la capital. En particular, aquellos para los que lo importante sigue siendo la comida y las emociones llanas, no la ambientación y sofisticación del local. Tampoco es el lugar para experimentar nuevos sabores y texturas extravagantes, aquí se viene a por las especialidades de Luxemburgo y productos de toda la vida, ya sean primeras marcas o productores de tradición familiar. Bajo el mismo sello Kaempff-Kohler hay también un negocio de catering muy reputado en Luxemburgo, un bar de vinos y queso, un salón de té y un restaurante.

 

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Para toda una experiencia gastro-luxemburguesa: Maison Kaempff-Kohler.

 

Ya prefiera dulce o salado, hay mucho donde elegir. Desde terrinas, embutidos, jamón de la zona y foie gras de la más alta calidad hasta aves de corral y carne de caza de la región (en temporada). La mayoría del género de charcutería proviene de la tradición francesa, aunque igualmente encontramos productos ingleses, italianos, españoles o alemanes.

Los quesos son un festín para los sentidos que enloquecen a los foodies locales. Tienen más de 140 variedades seleccionados entre pequeños productores para sorprender a los paladares más exigentes. No se preocupe si se aturulla ante tanto a la vista, los hermanos Guill y Christian Kaempff y su equipo le asesorarán con mucho gusto sobre la composición de los quesos y embutidos, sobre el mejor maridaje entre los quesos y vinos, e incluso el momento de consumo óptimo del queso y la temperatura del vino.

En cuanto a vinos, reúnen una amplia gama de procedencias como Francia, Italia, Alemania, e incluso de otras latitudes como Sudáfrica, Australia o California. Kaempff-Kohler son también fanáticos de las especias, aceites de oliva, vinagres y mostazas, universos que tienen la intención de hacernos descubrir con una impecable selección.

Con la misma pasión por la calidad, elaboran sus platos preparados. Indiscutiblemente tiene que probar su pastel Riesling (una empanada luxemburguesa de masa quebrada con un relleno de cerdo y ternera y maridada en el vino del mismo nombre), que desde el principio de los tiempos es su producto estrella. Puede tomarlo allí o en la terraza del local (en los meses de buen tiempo, claro) o comprarlo para llevar. Y estupendo para los viajeros son las tablas que preparan también para llevar, nos permiten saborear por ejemplo una selección de quesos en la habitación del hotel.

Vinoteca y Bar à Vin. Comprar, catas y más…  

Si busca un crémant o cualquier otro vino para llevarse de vuelta a casa, diríjase a la esquina entre côte d’Eich y rue du Nord, a la altura de la Place du Thëâtre. Aquí, en la tienda Vinoteca, seguro que tiene donde elegir: son 3000 referencias, de las cuales 200 son de Luxemburgo, además de variedades de otros treinta países. Le aconsejarán, incluso le darán a probar, para hacer una buena elección. Al frente de estos dos negocios encontramos a Rodolphe, dos veces mejor sumiller de Luxemburgo.

Trabajan añadas de clasificación: “muy buenas” y “excelentes”, y en menor medida las de categoría “buenas”. Tienen un pequeño rincón para las añadas antiguas. En Vinoteca son de la creencia de que “una reunión en torno al vino es algo milagroso”. Tanto como milagroso no sabemos, pero en verdad sí que es estupendo tomar una copa entre amigos. Por esa razón organizan cursos de iniciación y catas personalizadas con caldos nacionales o de fuera, por ejemplo de Austria, Alemania, Uruguay y Portugal. También pueden organizarlas con una selección de cosechas añejas hasta 1927. O bien… déjelo en sus manos para que le propongan otras propuestas que le sorprendan. Importante: no se preocupe por el idioma, tienen sumilleres multilingües.

 

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Vinoteca: un homenaje al mejor beber.

 

Además de la tienda de vinos, tienen el Bar à Vin donde degustar vinos de todo el mundo acompañados de alguna tapa como, entre otras propuestas, una tabla de quesos o un plato de embutidos de la zona. Estando en territorio con influencia francesa, pruebe la tarrina de rillettes de canard; o en plan dulce, la Crème Brûlée ¡que es un pecado! Todo ello en un buen ambiente y con mejores vistas desde la terraza trasera: al valle del Alzette en primer término, y al fondo el distrito Kirchberg con las murallas de la fortificación (actualmente es el Museo Dräi Eechelen), la cúpula del MUDAM y las torres modernas. Bar à Vin se encuentra dentro de la encantadora zona medieval, en la Rue Wiltheim número 6, casi haciendo esquina con el Museo Nacional de Historia y Arte.

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