Pistas para descubrir la Florencia artística menos conocida. Parte 1/2

Si hay una opinión universal sobre Florencia, además de que sea una de ciudades más bellas de Europa, es la de ser cuna de arte y tendencias a lo largo de los siglos. Y en verdad la capital toscana rebosa cultura y diseño en cada esquina. Pero más allá de los tradicionales circuitos turísticos (indispensables por supuesto para gozar de la “grandeza” de esta ciudad en todo su esplendor), hay mucha más esencia de cultura y belleza florentina en otros lugares bastante menos frecuentados por el gran público. Hoy no les vamos a hablar ni del Ponte Vecchio, ni del David de Miguel Angel, ni de la Galería Uffizi. Coja su cámara de fotos y acompáñenos porque a esta ciudad italiana tan monumental se le puede pedir todavía mucho más.

 

No vamos a negar que el Duomo y su gran cúpula son icónicos y adictivos. Imagen desde el Instituto degli Innocenti.
No vamos a negar que el Duomo y su gran cúpula son icónicos y adictivos. Vista desde el Instituto degli Innocenti. Imagen de su facebook.

 

Hoy entramos en otra dimensión de su riqueza artística y cultural como es un cementerio del siglo XIX – protestante en origen y ecuménico en la práctica pues acogía las almas de cualquier religión; un orfanato del XV que fue la primera institución en el mundo en ocuparse de la responsabilidad de acoger niños abandonados, además de ser un importante ejemplo de la arquitectura del primer renacimiento italiano; o la Fundación Palazzo Strozzi, creada con el objetivo de llevar a Florencia y Toscana la última vanguardia internacional del mundo del arte en formato de exposiciones temporales.

1. La Venerable Cofradía de la Misericordia de Florencia. Crónica de ocho siglos de solidaridad

Si pasa por la esquina de la Piazza del Duomo y la Via Calzaiuoli (justo frente al campanario de Giotto) que no le extrañe ver varias ambulancias estacionadas sin que haya detrás un hospital o emergencia que atender. La razón es que aquí se encuentra el centro histórico de la Venerable Cofradía de la Misericordia.

Es una de las instituciones más antiguas de la ciudad y la más antigua de voluntariado en el mundo. Su historia se remonta al siglo XIII cuando un fraile dominico de origen veronés la fundó y desde entonces nunca ha interrumpido su misión de caridad y solidaridad. Hay que decir también que su contribución a la ciudad ha sido imprescindible a lo largo de los siglos, sobre todo en los períodos más difíciles de su historia ya sea por guerras, inundaciones o epidemias, como la peste negra de 1348 que asoló Florencia.

Pues bien, esta organización solidaria tiene su propio museo. Lo creó para mostrar el gran patrimonio de objetos y obras de arte que posee, y por supuesto para dar a conocer su trayectoria y actividad desde que en 1244 se iniciara en el transporte de enfermos a hospitales y el dar entierro a los pobres.

La visita… como poco es curiosa, además de interesante, pues es como trasladarte a otra época: aquí todo va a otro ritmo, el espacio respira historia por cada esquina y los voluntarios que te acompañan durante la visita transmiten un rancio pero encantador abolengo. Señores mayores que llevan toda su vida como Hermanos de la Misericordia, que te atienden sin prisa y sobre todo, orgullosos de su labor y de pertenecer a esta confraternidad.

 

Su archivo repleto de documentos y manuscritos es un buen testimonio gráfico y escrito de la sociedad florentina y de su día a día en cada época.
Su archivo repleto de documentos y manuscritos es un buen testimonio gráfico y escrito de la sociedad florentina y de su día a día en cada época.

 

Acuarelas, pinturas, esculturas, arte sacro, antigüedades y objetos cotidianos forman parte de la colección del museo. Entre las obras de arte, hay algunas piezas importantes como un óleo sobre lienzo de Valentin de Boulogne (XVII), el cual ha sido prestado en dos ocasiones para exposiciones temporales en el Metropolitan Museum de Nueva York y en el Louvre de París. Y todas ellas fueron donaciones realizadas en un momento dado -una señal tangible de la gratitud del pueblo de Florencia a la institución-.

A lo largo de las salas y en los vídeos que se proyectan, el museo muestra los orígenes, la historia de la Cofradía, el período más crucial durante la peste negra y los servicios sociales que en la actualidad desarrolla. Uno de los espacios está dedicado a los símbolos más llamativos de esta hermandad. Como las túnicas y capirotes que los miembros de la Misericordia utilizaban para realizar su labor de forma anónima pero que, créanme, el resultado debía ser bastante siniestro (de color negro o escarlata muy similares a las de los penitentes de Semana Santa españolas); o las canastas con las que transportaban a los enfermos en el pasado (lo que hoy son las ambulancias).

Pero quizás lo más interesante que atesora el museo sea su archivo que consta de unas 4.000 unidades, entre libros, documentos y manuscritos, datadas a partir de la segunda mitad del siglo XIV y que documentan cada una de sus actuaciones con gran nivel de detalle y el testimonio de sus protagonistas. Son, en definitiva, una crónica de los ocho siglos de historia de la institución e incluso de la propia ciudad. No sólo por describir las necesidades y emergencias por las que ha ido pasando, como la comentada peste negra del siglo XIV, sino por el relato del día a día y costumbres de la sociedad de cada época que quedan reflejadas en sus páginas. Prueba de su valor histórico es que la Superintendencia de Archivo de la Toscana decidiera proceder a la reorganización completa de su patrimonio documental en soporte informático para el estudio y analítica por investigadores y estudiosos.

La entrada es gratuita, pero las donaciones son apreciadas.

2. Capilla de los Magos. Belleza entre la devoción y la vanidad

Se trata de una pequeña pero bellísima estancia dentro del Palazzo Medici Riccardi, la antigua residencia de esta poderosa familia durante el siglo XV. La verdadera espectacularidad de la capilla se encuentra en sus muros, pintados al fresco, en los que Benozzo Gozzoli representó (entre 1459 y 1461) el viaje de los Reyes Magos a Belén para honrar al niño Jesús. ¿La razón? La gran devoción que los Médici profesaban por estas figuras, entre religiosas y esotéricas.

 

menos conocida
Tal era el interés y la devoción de los Médici a los Reyes Magos que incluso fueron los protectores de la Compagnia dei Magi o Compagnia della Stella, una fraternidad dedicada a conmemorar y estudiar estas figuras religiosas.

 

Aunque en realidad la temática era la excusa sobre la que montar la verdadera finalidad de la obra: el enaltecimiento de los propios Médici. Así, en una de las paredes se representa el cortejo ecuestre del Concilio de Florencia (1438-1439) del que formaron parte algunos miembros de esta familia y sus aliados. Con esta obra se autoglorificaban de haber tenido la oportunidad de estar presentes en un importante acontecimiento histórico como fue la reconciliación entre el cristianismo oriental y el occidental tras el cisma de Oriente. Para tal fin Gozzoli incluso utilizó los colores del escudo familiar (blanco, rojo y verde) de la casa Médici como los predominantes en la obra, jugando entre el simbolismo teológico y el político. Una exuberante representación, en cualquier caso.

La exquisita belleza y el detalle no se han desvanecido a través de los siglos. Los colores vibrantes de los frescos, las poses, las joyas y ropajes, las escenas de caza y el detallado paisaje toscano al fondo y la soberbia presencia tanto de los tres Magos como de los Médici y otros florentinos ilustres hacen deliciosa la vista. Todo a nuestro alrededor cautiva, fascina. Y mucho tiene que ver el sentirte completamente rodeado de cientos de personajes en un espacio tan pequeño. Es una joya que a menudo pasa inadvertida por los turistas en favor de otros lugares más conocidos de la ciudad del río Arno.

3. Museo del Bargello. Donde viven las esculturas del renacimiento florentino

Este museo no es de los más visitados de Florencia, probablemente por no contar con la pieza más icónica del renacimiento italiano, el David de Miguel Angel (la Galería de la Academia es la que tiene el honor de ello), ni con una gran colección de pintura de dicho movimiento, como si la tiene la Galería Uffizi. Pero es el lugar para ver esculturas italianas entre los siglos XIV al XVI, pues está especializado en ello. Digamos que para el arte renacentista, el Museo Bargello es a escultura como la Galería Uffizi es a pintura. Tiene una sala dedicada a Donatello en la que destaca su David en bronce por ser una de las obras más relevantes del primer Renacimiento (fue el primer desnudo que se hizo en ese periodo). También expone algunas de las primeras esculturas de Miguel Ángel además de obras maestras de Luca della Robbia, Verrocchio y Cellini.

 

Museo Bargello Florencia artística menos conocida
Sito en Via del Proconsolo dando a la encantadora Piazza di San Firenze.

 

La visita merece la pena ya sólo por ver el edificio y sus estancias regias -una fortaleza del año 1255 en medio de la ciudad, de estilo similar al Palazzo Vecchio pero más pequeña y algo más antigua-, y sobre todo por su patio imponente lleno de escudos de armas del podestà e insignias de los barrios de la ciudad en las paredes. Por cierto, en el patio se realizaron ejecuciones hasta finales del siglo XVIII ya que durante más de tres siglos fue cárcel y después sede del Consejo de Justicia y de la policía (cuyo jefe era llamado “il Bargello”, de ahí su nombre). Un bello escenario para tan funesto fin.

Como museo ya lleva más de ciento cincuenta años, se inauguró en 1865 convirtiéndose en el primer museo nacional de Italia dedicado a las artes de la Edad Media y el Renacimiento. Además de las colecciones de escultura, también hay de armas y armaduras, medallas de los Médicis, piezas de bronce y marfil, tapices, además de una colección de azulejos, los cuales tuvieron su momento de esplendor durante los Médicis.

4. Instituto degli Innocenti. Cuando lo más importante no es el arte

Este es uno de esos sitios que cuando lo visitas como turista, más allá del enriquecimiento visual y cultural que te proporciona, sales con una sensación que pocas veces te confiere un museo, una catedral o un palacio. Porque esto tiene una carga emocional superior, o al menos de otra índole, de lo que se experimenta en los otros lugares turísticos. Se trata de un albergue y hospital infantil del siglo XV del Instituto de los Inocentes, la primera institución secular dedicada a la acogida de los niños en el mundo.

Aunque este bonito complejo histórico y monumental en la Piazza della Santissima Annunziata ya no se dedica a centro de acogida, ahora es el hogar del Museo degli Innocenti.

 

Instituto degli Innocenti Florencia
El nuevo Museo de los Inocentes ofrece 1.456 metros cuadrados de exposición.

 

La singularidad de este museo es poder disfrutar de la arquitectura renacentista del espacio y de las importantes obras de arte (de artistas como Botticelli, el maestro de Miguel Angel, Domenico Ghirlandaio, o las del excéntrico Piero di Cosimo) con las que el edificio se fue enriqueciendo a lo largo del tiempo, al mismo tiempo que se descubre la historia de seis siglos de compromiso con la protección de la infancia. Es un lugar donde saltan a flor de piel emociones haciéndonos una buena idea de lo que se vivió aquí dentro.

En 1419 se inició la construcción de un edificio, diseñado por Brunelleschi, para ser dedicado en exclusiva al cuidado de niños abandonados. En ese periodo entre final de la Edad Media y comienzo de la Moderna, el fenómeno del abandono de la infancia era muy frecuente por el aumento de la población y la situación de pobreza generalizada. En 1445 llega el primer bebé abandonado, una niña a la que bautizaron como Agata Smeralda. Y en 1484 ya eran más de 600 los niños y niñas que vivían en el albergue.

Si un bebé aparecía en la pila donde los padres depositaban a los pequeños cuando no les podían atender, primero las enfermeras le realizaban un chequeo médico para dictaminar su estado de salud. Y después se anotaban las prendas y pertenencias que portaba (dejar objetos o mensajes escritos era una costumbre de los padres que no perdían la esperanza del reencuentro), además de cualquier señal en la piel o signo distintivo que permitiera a los padres identificar en un futuro a su hijo en caso de que volvieran un día a por él.

A todo ello se les llamaba «signos» y definían el origen de los niños, su pertenencia a un grupo familiar, clase social y pueblo o ciudad. En el Archivo Histórico hay miles de mensajes y pequeños objetos: medallas, monedas, broches, imágenes sagradas, pequeñas cruces, cuentas de rosario, cuentas de vidrio coloreadas, botones, trozos de tela…). El museo exhibe 140 de estos “signos” del siglo XIX en una vitrina con pequeños cajones que hay que ir abriendo para descubrir qué hay dentro, a veces simplemente un trocito de tela junto con los datos del bebé.

 

Lo que queda de la medalla de Niccolina, que llegó al orfanato el 10 de octubre de 1887.
Lo que queda de la medalla de Niccolina, que llegó al orfanato el 10 de octubre de 1887.

 

La finalidad del centro era que los niños fueran adoptados por parejas sin hijos, aunque algunos permanecían en familias de acogida. Y cuando alcanzaban la edad apta para trabajar, los chicos iban a aprender un oficio y las chicas eran enviadas a servir en casas de familias acomodadas, con el fin de comprarse ellas mismas una dote con su salario y poder así casarse en el futuro.

El proyecto de rehabilitación del edificio y de reconversión en museo ha sido excelente. Como museo de nueva generación que es (se abrió al público el 24 de junio de 2016), todo está cuidado al detalle (los espacios con material interactivo y pantallas de vídeo, iluminación…) para que la presentación sea impecable y la experiencia del visitante excelente.

Más allá del valor artístico de las obras de arte expuestas, lo más especial son las narraciones de biografías y memorias personales de los «Nocentini»  -como se les llamaba a los niños acogidos-. Por ejemplo, hay una serie de vídeos dedicados a las últimas niñas que estuvieron aquí, hoy ancianas, narrando sus historias personales que verdaderamente enternecen y llegan al corazón. Estas películas demuestran que lo que también perdura, junto con los trocitos de sus ropas o enseres personales, son las historias de amor y frustración que han pasado entre estas paredes. Historias que a menudo acababan en final feliz reencontrándose padres e hijos, otras también felices en una nueva familia y entorno, algunas sin mucho que destacar, y otras a veces con un final roto.

 

Seguro que no hace falta que le insistamos mucho para pasarse por la cafetería del museo.
Seguro que no hace falta que le insistamos mucho para que se pase por la cafetería del museo.

 

No se vaya de allí sin pasarse por lo que fue la terraza del siglo XV donde se colgaba y secaba las coladas de ropa, ahora reconvertida en “Il Caffè del Verone”, la cafetería en el ático con unas vistas sobre los tejados de la zona, la cúpula del Duomo y las montañas al fondo que bien merece una parada delante de un café. Si puede que sea al anochecer.

A fecha de hoy el Instituto degli Innocenti sigue en activo y cuenta con tres refugios en la Toscana donde se alojan los niños con sus madres. Sus actividades actuales son más amplias incluyendo el establecimiento y prueba de servicios educativos y sociales, y la promoción de los derechos y la cultura de los niños, de conformidad con la Convención de las Naciones Unidas sobre los derechos del niño.

5. Museo de la Ópera del Duomo. Épica del viaje a la cultura y el arte florentino

Si bien el Museo dell’Opera del Duomo no es un enclave turístico que se pueda considerar desconocido, todo lo contrario es un “imprescindible” en cualquier viaje a la cultura y el arte de Florencia, hemos querido incluirlo en nuestra lista porque lo que no todo el mundo sabe es que a finales de 2015 fue ampliado y remodelado para convertirse en una maravillosa caja de sorpresas.

 

Museo dell'Opera del Duomo
A la derecha, la representación a escala real de la antigua fachada medieval de Santa María del Fiore.

 

El nuevo museo florentino cuenta ahora con veinticinco salas de exhibición, varias de ellas de un tamaño y altura enormes. Un lujo de dimensiones que en realidad responden a una necesidad. Porque el nuevo museo saca a la luz cientos de obras de la colección que habían permanecido hasta ahora en los almacenes por la falta de espacio. Algunas, las más grandes, ni siquiera cabían en las salas o requerían de una cierta distancia para poder ser contempladas en todo su esplendor.

En total más de doscientas obras son expuestas por primera vez tras su restauración, entre ellas la Magdalena de Donatello o la Puerta Norte realizada por Lorenzo Ghiberti para el baptisterio de Florencia y unos 100 fragmentos de la antigua fachada medieval de la catedral. Además de las piezas de siempre como la penúltima escultura que hizo Miguel Ángel antes de morir: una Pietà inacabada y rota porque no contento con el resultado, en un ataque de ira, atacó la escultura a golpes salvajes de su martillo. Verá que al Cristo le falta la pierna izquierda, destruida por Miguel Ángel y nunca restaurada. La hipótesis más generalizada sobre la obra es que era para adornar su propia tumba.

Con todo ello, el Museo dell’Opera del Duomo posee la mayor concentración de escultura monumental florentina de la Edad Media y del Renacimiento: 750 obras entre estatuas y relieves de mármol, bronce y plata. Y casi todas las piezas expuestas fueron realizadas para el Duomo, ya sea para la propia Catedral de Santa María del Fiore como el Baptisterio de San Giovanni o el Campanario de Giotto. Decir que en el Duomo las obras de arte más importantes o sensibles al paso del tiempo se han sustituido por réplicas y las originales se conservan ahora en el museo.

 

vista interior de Opera del Duomo Florencia
La Galleria del Campanile di Giotto alberga 16 estatuas a tamaño natural y los 54 paneles que adornaban el campanario.

 

El museo está situado en el espacio desde donde Filippo Brunelleschi en 1432 dirigió las obras de construcción de la catedral. Miguel Ángel también esculpió su David en este mismo lugar. Del siglo XVII al XIX fue un almacén, y a partir de 1891 pasó a convertirse en el museo. Y en cuanto a la ampliación, ocupa el edificio adyacente: un teatro del siglo XVIII que después de distintos usos durante el siglo XIX, acabó convirtiéndose en un garaje de estacionamiento. Con 3.000 metros cuadrados de superficie y el gran espacio central diáfano era el lugar perfecto para reconstruir virtualmente toda la fachada medieval de la catedral, nunca terminada y perdida cuando fue desmantelada a finales del siglo XVI.

Así en la gran sala central se ha creado un modelo (realizado en resina y polvo de mármol) a escala 1:1 de la antigua fachada con 40 estatuas situadas en las posiciones que ocupaban, todo exactamente igual a la primitiva gracias a un dibujo hecho en el momento de su desmontaje en 1586-87. En la misma sala están también las “Puertas del Paraíso” de Lorenzo Ghiberti, tal como estaban en 1452, frente al pórtico principal de la catedral con su escultura de mármol. A estas puertas se las llama así a partir de que Miguel Ángel las describiera como «tan hermosas que serían perfectas para las puertas del paraíso».

La última sorpresa que le aguarda en su visita es la terraza en la última planta, perfecto para disfrutar de una genial vista a la cúpula de Brunelleschi. Tan cerca y tan grande, que impresiona.

Accede desde aquí a la 2ª parte de Pistas para descubrir la Florencia artística menos conocida.

 

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