Nuestras ciudades de película preferidas (I)

El cine inspira al turismo, y si no, que se lo digan a tantos pueblos y ciudades que, al rebufo de algún éxito del celuloide, han visto su popularidad y sus visitas turísticas crecer como la espuma. Otras capitales son tan icónicas que Hollywood no ha hecho sino reforzar y mediatizar un embrujo que ya venía de lejos. Hoy les ofrecemos un recorrido por nuestras preferidas y los títulos que se inspiraron en ellas. Nuestras ciudades de película preferidas queremos compartirlas con usted. Hoy hablamos de Berlín, Roma, Nueva York y París.

 

¿Tal vez la escena más icónica del cine italiano? Seguramente sí...
¿Tal vez la escena más icónica del cine italiano? Seguramente sí…

 

Berlín

 

En Alexanderplatz se han rodado no pocas escenas de películas.
En Alexanderplatz se han rodado no pocas escenas de películas.

 

La capital de Alemania es una de nuestras ciudades de Europa preferidas, y lo es de cualquiera que aprecie el arte urbano, el bullicio de sus calles (sorprendente a pesar de su climatología), su variadísima gastronomía y esa diferencia, aún presente, entre la zona oriental y occidental.

La arquitectura comunista, por ejemplo, todavía está presente en los grandes bloques de edificios de viviendas del barrio de Friedrichshain (Plattenbauten). Desde finales de los ochenta se considera una zona underground, y es uno de los escenarios principales de la película Good Bye Lenin (Wolfgang Becker, 2003). ¿No la han visto? Refleja los esfuerzos del joven Alexander Kerner para evitarle a su madre, recién repuesta de un coma y socialista convencida, el disgusto de conocer que, durante su enfermedad, el muro ha caído y el capitalismo empieza a campar a sus anchas. En la película aparece con mucha frecuencia el monumental boulevard de Karl-Marx-Allee y lugares cercanos a la icónica Alexanderplatz.

Precisamente esta plaza, de marcado carácter socialista, aparece en otros muchos títulos, como El Mito de Bourne, donde el desmemoriado espía secuestra a Nicky. Aquí debemos subir sí o sí a la torre de la televisión, y marcarnos un buen almuerzo, como hacen los protagonistas de Berlin is in Germany (Hannes Stöhr, 2001).

Por supuesto, si vamos a Berlín hay que visitar los restos del Muro de Berlín. Aunque se derribó la mayor parte de sus 155 kilómetros de perímetro, se salvó una parte (la actual a East Side Gallery) donde más de cien artistas callejeros plasmaron su talento, con grafitis tan conocidos como el que ironiza sobre el beso entre Leonid Brézhnev y Erich Honecker. Títulos como El cielo sobre Berlin (Win Wenders, 1987) , La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006) o la más reciente El Puente de los Espías (Steven Spielberg, 2015) nos permiten recrear cómo era esta asfixiante barrera en la que tantas personas perdieron la vida.

No hay que olvidar la reconstrucción de la frontera más famosa entre las dos partes en las que se dividió Berlín tras la Segunda Guerra Mundial. El Checkpoint Charlie fue demolido en 1990, pero diez años más tarde se construyó una recreación que hoy es visita obligada de los turistas. Antes de su desaparición, aparece en la película Octopussy (John Glen, 1983). En ella, Roger Moore quedaba con M en el Berlín Oriental y claro, tenía que cruzar por aquí. No se usaron decorados: fueron al auténtico Checkpoint Charlie  y se dieron la vuelta antes de entrar.

Roma

 

Por Vacaciones en Roma la belga Audrey Hepburn obtuvo un Oscar.
Por Vacaciones en Roma la belga Audrey Hepburn obtuvo un Oscar.

 

Es difícil decantarse por unos pocos títulos cinematográficos en el caso de Roma, una de las ciudades más grabadas de la historia. ¿Con cuál nos quedamos? ¿Con el jugueteo de Sylvia y  Marcelo en La dolce vita (Federico Fellini, 1960)? Entonces tendremos que pararnos en la Fontana de Trevi, la más conocida de las fuentes de Roma, en la que Neptuno domina a dos hipocampos de una maravillosa fuerza barroca. ¿Tal vez es usted más entusiasta de la dramática Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945). Sepa que la cinta se rodó en estudios, pero también en auténticos exteriores de una Roma devastada por la Segunda Guerra Mundial. Menos mal que de eso ya no queda nada, pero es impresionante ver cómo quedó la ciudad.

Siguiendo con el neorrealismo itanliano, otro título fantástico es la inolvidable El ladrón de bicicletas y su dura visión de la Roma de postguerra de Vittorio de Sica (1960). Hay dos enclaves reconocibles: La Plaza Vittorio, en el barrio del Esquilino, y Porta Portese, antigua puerta de la ciudad y lugar de encuentro de un mercado de pulgas donde solían terminar los objetos robados, como la bicicleta que tan desesperadamente busca el desdichado protagonista, Antonio.

Si seguimos con las cintas clásicas, una de nuestras favoritas es, por supuesto, Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953). Esta romántica película, ganadora de tres Oscar, marcó un antes y un después en el rodaje de exteriores. Wyler quiso hacer de Roma una de las protagonistas de la película. Y lo consiguió. Hay dos monumentos que salen en la cinta y que por supuesto debe visitar. Uno es el Coliseo, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1980 por la Unesco y una de Las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno. Aquí podían juntarse hasta 50.000 almas para disfrutar de la pericia los gladiadores y otros espectáculos durante más de quinientos años. En esta película sale en su actual estado. Si prefiere imaginarlo en su esplendor póngase Gladiator, que lo muestra reconstruido digitalmente. Siguiendo con la cinta de Wyler, otra de las atracciones que muestra es la Boca de la Verdad. Parece ser que el siempre ocurrente Gregory Peck quiso gastarle una broma a la Hepburn y escondió su mano bajo la manga. El sobresalto de la joven gustó tanto al director que decidió incluir la escena con la improvisación del galán.

¿Prefiere trabajos más modernos? Pues también los hay, claro. Imprescindible ver La gran belleza, de Paolo Sorrentino, Oscar a la mejor película en 2014, que nos enseña rincones tan deliciosos de la ciudad como las increíbles vistas sobre las siete colinas. Y si nos gustan las películas trepidantes, entonces disfrutaremos con un Tom Hanks que encarna al sesudo profesor Robert Langdon en Ángeles y Demonios (Ron Howard, 2009) en una frenética ruta por las iglesias más famosas de la ciudad, como Santa Maria della Vittoria  (con el éxtasis de Santa Teresa de Bernini);  Santa Maria del Popolo o el Pantheon, bajo cuya cúpula perfecta descansa Rafael. Y por supuesto en el entorno del Vaticano y la Plaza de San Pedro, en la que un demente (y guapísimo) Ewan Mcgregor hace de camarlengo volador…

Otro de nuestros directores favoritos, italiano para más señas, es Nanni Moretti. Su película Caro Diario es una de nuestras favoritas, en la que su neurótico personaje recorre Roma a lomos de su enclenque Vespa. Muestra con gran detalle el encanto de Garbatella, un barrio con espacios para visitar tan encantadores como el Teatro Palladium o dar buena cuenta de un rico plato en sus numerosos mesones.

Nueva York

 

Annie Hall es tan rica en escenas neoyorquinas como en grandes frases.
Annie Hall es tan rica en escenas neoyorquinas como en grandes frases.

 

¿Será la ciudad más cinematográfica de la historia? Probablemente sí. Y el primer director que se nos viene a la cabeza, disculpen los tópicos, es Woody Allen, auténtico enamorado de la Gran Manzana, que nos muestra su cara más cosmopolita y apetecible y casi es otro personaje principal en sus obras. Cómo olvidar a ese neurótico Alvy Singer (Allen) que extraña tanto su bullicio cuando se marcha a California. Es normal, teniendo en cuenta que el tipo vivía y se movía por sitios tan imprescindibles como el Paris Theater, la estación marítima Pier 11 o en los Uppers, donde tenía Annie su apartamento, en el East 68th St. y Madison Avenue.

Tampoco hay que olvidarse de su película Manhattan, gran homenaje al distrito más poblado de la ciudad, cinta en la que inmortalizó al Puente de Queensboro, el más occidental sobre el Río Este y que lleva uniendo Long Island City con Manhattan desde 1909. Aquí es donde le dice a Keaton eso de “esta es una gran ciudad. No me importa lo que opinen los demás, es tan extraordinaria…» Luego, como nadie es profeta en su tierra, Allen se puso europeo y retrató en sus filmes algunas capitales europeas como Barcelona. Pero no es lo mismo…

La isla es, seguramente, la zona de Nueva York más mediática. Nos encanta Audrey Hepburn y por ello nos es imposible no incluir en este artículo la deliciosa Desayuno con Diamantes (Blake Edwards, 1961), en la que aquella alocada Holly Golightly fantaseaba cada mañana frente al escaparate de Tiffany & Co en la Quinta Avenida esquina con la Calle 57. En esa vía, símbolo del lujo y la sofisticación, se encuentran algunas de las tiendas más conocidas del mundo. Como Fao Schwarz, ya clausurada, en la que el Tom Hanks de Big (Penny Marshall, 1988) se echaba un buen baile al ritmo de su piano gigante. Por allí también anda el Hotel Plaza, el mismo donde el revoltoso Macaulay Culkin se hospedaba a todo trapo en Solo en Casa 2. Y cómo obviar los millones de planos de la Estatua de la Libertad en tantos y tantos filmes…

París

 

La película Amélie es preciosa, pero la chica resulta un poco... intensa.
La película Amélie es preciosa, pero la chica resulta un poco… intensa.

 

La ciudad del amor, la ciudad de la luz… París tiene tantos sobrenombres como títulos que la han elegido como marco fantástico de sus rodajes. Uno de sus monumentos más singulares, Notre Dame, es el eje vertebrador de la película de Walt Disney El Jorobado de Notre Dame (Gary Trousdale y Kirk Wise, 1996). ¿Solo para niños? Pues no se crea, porque sorprende la lujuria que desprende el villano, Frolo, doblado por nuestro siempre llorado Constantino Romero. Si va a París, no deje de maravillarse con su magnificencia gótica y, por supuesto, con el tañido de sus nuevas campanas. No son las que tocaba Cuasimodo; estas se estrenaron en 2013 a semejanza de las primigenias. Y se llaman “Juan María”, “Mauricio”, “Benedicto-José”, “Etienne”, “Marcel”, Denis”, “Ana Genoveva”, Gabriel” y “María». Ahí es nada…

Otra conocida cinta (muy celebrada por los mayores) que muestra el entorno del templo y las calles que configuran este barrio es Ratatouille. Si merodeamos un poco por las calles de esta zona, encontramos el conocido Tour d’Argent, uno de los restaurantes más antiguos de la ciudad, que sirvió de inspiración a los creadores de la película animada para crear Chez Gusto. ¿Comer o cenar aquí? Puede ser un buen plan, y más teniendo en cuenta que dispone de una estrella concedida por la Guía Michelin. Para bajar el opíparo festín podemos emular a los personajes de El diablo viste de Prada, que recorren acaramelados las calles que van entre el quai de Montebello y la place Maubert. Y a orillas del Sena, no lo olvidemos, se desarrolla gran parte de Medianoche en París (Woody Allen, 2011). Como Gil, uno de los protagonistas, no deje de visitar la maravillosa librería Shakespeare & Company ni la cercana place Dauphine.

El Louvre también ha sido testigo de numerosos rodajes en los alrededores de sus viejos muros. El más trepidante es el de El Código Da Vinci (Ron Howard, 2006), para seguir con las aventuras del seductor-intelectual Langdon, en el que los protagonistas se recorrían toda la ciudad para salvar a la humanidad de una debacle conspiranoica. Antaño una fortaleza, la pinacoteca es una de las más importantes del mundo y podríamos estar días enteros admirando su patrimonio. Nuestro consejo es que seleccione algunas piezas de su interés para evitar un mayúsculo dolor de cabeza. Como curiosidad,  sepa que el equipo de este filme es de los pocos a los que se les ha permitido rodar en el interior de la Gran Galería del museo fuera del horario de apertura al público.

El osado profesor y su compañera de correrías, la actriz francesa Audrey Tautou, también recorren otros espacios parisinos de visita obligada. Langdon tiene buen gusto y se aloja en el conocido Hotel Ritz, que lleva desde 1898 dando cobijo de lujo a personalidades como el rey Eduardo VIII o Ernest Hemingway. Quizá la más conocida por los fans de las novelas-películas es la bellísima iglesia de Saint-Sulpice. Alberga el mayor órgano de Francia, del año 1862, y un gnomon de la meridiana solar, que marca la hora del día proyectando una sombra en el suelo. Además dispone de un sistema de lentes, de forma que al mediodía del solsticio de invierno (21 de diciembre), la luz del sol pasa por la ventana incidiendo en una línea de latón del suelo hasta el obelisco, y en los equinoccios (21 de marzo y 21 de septiembre), a mediodía la luz toca un plato oval de cobre delante del altar.

Pero pongámonos más bohemios… es la cara que preferimos de París. En el Barrio Latino encontramos una de nuestras vías favoritas; nos pararíamos en todos los cafés y tiendas de la rue Mouffetard. Más o menos como Juliette Binoche en Azul (1993), de la trilogía de Krzysztof Kieslowski.Permítanos dos recomendaciones en esta exquisita vía: la Fromagerie Androuet (número 134), de unos maestros queseros con experiencia desde 1909, y Chocolats Mococha, en el número 89, con unos bombones y unos macarrons espectaculares. No se pierda la colección otoñal… También, si dispone de un rato, no deje de darse un sensual baño en la Piscine Pontoise, en Le Quartier Sport, a dos pasos del boulevard Saint-Germain. Y puede hacerlo en horario nocturno, como la Binoche en la citada cinta. Además está climatizada, aunque el frío parisino puede hacer este plan solo apetecible en verano.

Nuestro barrio preferido de París es, sin duda, Montmartre. Y decir Montmartre es referirnos forzosamente a Amélie (Jean Pierre Jeunet, 2001). La cinta triunfó en todo el mundo contando la vida y milagros de una chica pelín empalagosa e intensa que pulula por el barrio y que trabaja en el Deux Moulins, un establecimiento que realmente existe, y en el que debe hacer una parada si le apetece comer algo rápido y casero en una típica brasserie. En el transcurso de la cinta, la chica pasa por muchísimos lugares que merece la pena conocer. Cuando queda con Nino le cita en la plaza de San Pierre, muy cerca de la basílica del Sacré-Cœur, construida en 1873 para homenajear a los ciudadadanos que perdieron su vida en la guerra franco-prusiana. En las escalinatas de este templo también se produce otro momento álgido del filme, con el sufrudo candidato al amor de Amélie siguiendo unas flechas. Si queremos hacer la compra como la protagonista, por cierto, también en Montmartre encontraremos el lugar adecuado. En Au Marché de la Butte (Rue des Trois Frères con la calle Androuet)  es la frutería de cabecera de Amélie. El actual dueño muestra la placa en la que se puede leer “Maison Colignon, fondée 1956” que se empleó en el filme. Y claro está, vende recuerdos de la película.

Nosotros nos quedamos, si podemos elegir, con esa obra maestra que es Al final de la escapada (Jean-Luc Godard, 1960), esa especie de road movie urbanita con tintes macabros y con uno de los personajes más deliciosos del cine francés: el de Patricia (Jean Seberg), una joven americana que vende el New York Herald Tribune por los Campos Elíseos mientras sueña con escribir en sus páginas algún día. Dedique un rato, háganos el favor, a recorrer esta macroavenida, coronada por el Arco del Triunfo. Sí, le recuerda a sus siestas: es la línea de meta del Tour de Francia.

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Rosalía Martínez

Aunque mi nombre es Rosalía Martínez, todo el mundo me conoce como Piti. Periodista gastronómica de profesión, tengo igual de inquietos el espíritu y el paladar, así que me apasiona viajar y descubrir sitios fantásticos para comer. Y contarlo y recomendar, claro. Epicúrea convencida. Cuando no como o viajo, leo y veo series.
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