Durga Puja, la fiesta que convierte Calcuta en la mayor galería de arte efímero del mundo
Cada año, en los diez días que señala la tradición para enaltecer a la diosa Durga según el calendario lunar (entre septiembre y octubre), no hay cruce, plaza o explanada de Calcuta en la que no se encuentre erigida una construcción temporal en su honor. Alrededor de 4.000 obras, muchas de ellas de altísimo valor artístico, se exponen para el disfrute popular con el destino inminente de ser destruidas.
El tráfico es, si cabe, más caótico que lo habitual en Calcuta durante la celebración de Durga Puja, el festival anual colosal y masivo que honra la victoria de la diosa Durga sobre el mal. Es así porque miles de espacios públicos, incluidas las calzadas, son ocupados por ‘pandals’, monumentos temporales levantados en honor a la divinidad, minuciosamente ideados, construidos y engalanados a lo largo de varios meses y abiertos al público durante apenas unos días. Los ciudadanos de Calcuta, de toda clase, condición y religión, se atavían con sus mejores galas para visitarlos durante los 10 días en los que la conocida como ‘la ciudad de la alegría’ se paraliza para entregarse al disfrute del folclore, la fiesta y del arte.
Se calcula que durante la edición de Durga Puja de 2018, más de 4.000 monumentos de este tipo se levantaron en las calles de Calcuta y unos 28.000 a lo largo y ancho del estado de Bengala; no en vano se trata de la gran celebración del año. Una tradición que data del siglo XVI pero que en las últimas dos décadas ha sufrido una grandísima transformación: sin abandonar su origen y espíritu religioso, la expresión artística ha ido ganando protagonismo en la misma medida que han aumentado los presupuestos. También han proliferado los ‘pandals’ dedicados a un concepto o a una causa social (en detrimento de los más tradicionales, de ejecución puramente ornamental), ha crecido el interés mediático y turístico, así como los premios y reconocimientos a las mejores creaciones y la calidad de los artistas implicados.
Vanguardia artística y reivindicación social
La inmersión de miles de ídolos en el río Hugli y la destrucción de las construcciones que los han alojado durante el festival es el colofón de Durga Puja. Pero todo empieza a bullir con varios meses de antelación. Alrededor de medio año antes, los primeros encargos comienzan a llegar a Kurmatuli, el tradicional barrio de alfareros de Calcuta, dónde se esculpen en barro y se esmaltan la gran mayoría de representaciones de Durga.
Una curiosa tradición dicta que, junto a otros componentes (fundamentalmente orina de vaca, estiércol y barro de la rivera del Ganges), la arcilla con la que se moldean los ídolos debe contener un poco de tierra recogida de la puerta de un burdel. ¿La razón? Se entiende que antes de internarse en el prostíbulo, los hombres dejan en la puerta su pureza y su virtud y, por tanto, esa tierra queda bendecida.
En los últimos tiempos, grupos de prostitutas se han levantado para denunciar la hipocresía de una sociedad que, por una parte, las necesita para celebrar su fiesta mayor mientras que el resto del tiempo les da la espalda. Como protesta, han llegado incluso a negar la posibilidad de coger esta tierra de la puerta de sus prostíbulos sin la cual, la mayoría de los artesanos consideran que la elaboración de la diosa es incompleta. Sus reivindicaciones han surgido efecto y, poco ha poco, han conquistado algunas parcelas de derechos, como los de contar con sus propios ‘pandals’ o celebrar la fiesta junto al resto de la población.
Bastan unos minutos en Kurmatuli para darse cuenta de que la elaboración de los ídolos (imágenes de la diosa Durga) es cosa, fundamentalmente, de hombres. Sin embargo, hay mujeres se están abriendo camino a pasos de gigante. Es el caso de la artista China Tan, que recibe a AirCrew Lifestyle en su estudio. Su nombre atravesó fronteras en 2015, cuando ejecutó la audaz representación de la primera Durga transexual: la mitad de su cara era una representación tradicional mientras la otra mitad lucía un pequeño bigote, una imagen ya icónica en la lucha por la visibilidad, la exclusividad y los derechos del colectivo ‘trans’ tanto dentro como fuera de la India. Con ayuda de una asistente que traduce sus palabras (China Tan habla bengalí), relata que se inició en el oficio siendo apenas una niña y que heredó el estudio a la muerte de su padre ya que sus hermanos no estaban interesados en continuar la tradición familiar. En la actualidad, recibe alrededor de una treintena de grandes encargos anualmente y emplea a una decena de personas.
La Durga transexual es un ejemplo más de interpretación creativa de la imagen de la diosa durante el festival.
No sólo sorprenden las atrevidas versiones propuesta por los artistas sino también encontrar a una Durga montando en bicicleta con casco en la cartelería con la que la policía local promueve la seguridad vial, anunciando electrodomésticos de consumo en el catálogo de unos grandes almacenes o ilustrando descuentos especiales en la web de Amazon.
Los conocidos como ‘pandals’ temáticos son especialmente interesantes para tomarle el pulso a la expresión artística bengalí contemporánea. Algunas de estas construcciones, como ya adelantábamos, exploran una idea o concepto (desde la mitología hindú a los avances en genética), otras muchas denuncian situaciones injustas o abogan por una reivindicación social: la crisis mundial de los refugiados, la importancia de conservar la naturaleza, los conflictos religiosos o los abusos sexuales de la infancia son algunos ejemplos. De hecho, algunos de los reconocimientos que otorgó el Jurado Internacional, en el que AirCrew Lifestyle tuvo la ocasión de participar, iban en esta línea.
Una industria cultural
Durga Puja puede presumir de ser una festividad de lo más inclusiva: todos los ciudadanos están invitados a participar. Personas de todos los estratos socioeconómicos se juntan en las inmensas colas para acceder a los ‘pandals’ y no es raro, por ejemplo, encontrar musulmanes entre artesanos, cargadores, o incluso formando parte de los comités que impulsan la construcción de los ‘pandals’.
Cada cual, en definitiva, experimenta Durga Puja a su manera: religión, espiritualidad y folclore para algunos, tiempo para celebraciones familiares para otros, vacaciones escolares para los más pequeños, una experiencia sin parangón para los turistas, temporada alta de trabajo para artistas, artesanos o porteadores y una buena oportunidad de negocio para avezados empresarios.
Y es que es incuestionable que este inmenso carnaval mueve ingentes presupuestos.
Millares de personas llegan hasta Calcuta desde zonas rurales limítrofes para efectuar distintas labores durante esas jornadas. Para muchos artesanos, artistas y sus equipos, Durga Puja es su principal fuente de ingresos anual. Por ejemplo, el artista Debjyoti Jana, a quien encontramos en dos ocasiones ya que es responsable de la ejecución de varios pandals, cuenta que gracias a Durga Puja él y su equipo cuentan con trabajo garantizado durante, al menos, la mitad del año. “No se conoce una galería de arte efímero más grande en todo el mundo que esta”, apunta.
Hacia el alcance global
Durga Puja es, desde luego, arte, euforia, excentricidad, alegría, comunidad, inclusividad… Pero todavía no se trata de un gran reclamo internacional. Bien es cierto que el festival cuenta con alcance en muchos países, principalmente porque la emigración de los bengalíes ha propiciado que se celebre también en aquellos lugares del mundo que los han acogido (por ejemplo, en Londres existen iniciativas sólidas desde hace décadas).
Pero la asignatura pendiente de Durga Puja es la de convertirse en un atractivo para el turista extranjero, ya que de la friolera de 13 millones de visitantes que, según el diario bengalí Millenium Post, habría atraído Calcuta durante el Durga Puja 2018, tan sólo 2.000 procedían de otros países.
Siguiendo la senda de la internacionalización de otras celebraciones como Holy o Diwali, tanto la administración bengalí como algunos emprendedores privados se afanan en promover la cita fuera de la India, con bastante esfuerzo y escaso apoyo gubernamental. “Turismo de la India ni siquiera publicita Durga Puja en su página web oficial”, lamenta Jaydeep Mukherjee, presidente de Meghdutam Travel y uno de los principales divulgadores privados de Durga Puja a nivel internacional.
En esta línea, se han diseñado distintos paquetes turísticos para conseguir que la experiencia de visitar Durga Puja sea atractiva y disfrutable para el turista que viene de fuera (aterrizar en Calcuta e intentar moverse por cuenta propia durante estos días se antoja una idea descabellada). Las propuestas incluyen experiencias ‘premium’ tales como entrevistas personales con artistas, acceso VIP a los ‘pandals’ evitando colas y esperas, visitas a ‘pandals’ tradicionales con más de 5 siglos de historia, rutas por los principales atractivos de la ciudad, espectáculos de danza tradicional, incursiones en la gastronomía bengalí y alojamiento en lujosos establecimientos.
Es de esperar, por tanto, que todo este empeño acabe por dar sus frutos y Durga Puja gane progresivamente reconocimiento en otros puntos del globo. Entre tanto, disfrutar de esta descomunal muestra de arte temporal, aún desconocida en occidente, es una gran oportunidad que el viajero que persigue la autenticidad no debería desaprovechar.
Texto y fotos: Sara Pérez Fernández