Alentejo: el Portugal de la cultura y el turismo activo

Portugal lleva siendo años un destino preferente para las vacaciones, especialmente popular entre los españoles. Porque lo cierto es que con nuestros “primos” compartimos no solo cercanía y cierto grado de comprensión, sino una forma parecida de entender la vida, el comer y la cultura. Sin embargo, zonas tan hermosas como el Algarve o sus principales ciudades se masifican en ciertas épocas (sobre todo las costas en verano). Pero hay una región aún en calma, donde se puede disfrutar de la playa, el monte y el silencio. Donde no hay grandes cadenas hoteleras ni urbanismos atroces. Hoy le proponemos escapar con nosotros, al menos a través de las palabras, al Alentejo. Una escapada al Portugal menos masificado, menos conocido y más hermoso.

 

Évora, patrimonio de la humanidad. Es una de las joyas del Alentejo. Imagen: Turismo del Alentejo.
Évora, patrimonio de la humanidad. Es una de las joyas del Alentejo. Imagen: Turismo del Alentejo.

 

Ubicado en la zona sur y centro-sur del país, el Alentejo comprende más de 27.000 kilómetros cuadrados con tantas posibilidades como un turista necesite. Congrega un riquísimo patrimonio cultural que enganchará a los viajeros culturales, que podrán conocer infinidad de castillos, conventos e iglesias. La naturaleza también ha sido generosa en esta zona de Portugal. Además de eternas dehesas y campiñas encantadoras, posee un parque natural de exuberante belleza (el de la Sierra de S. Mamede) e infinidad de áreas perfectas para montar en bici, hacer senderismo y otras actividades. La ruta del Ribeira Grande y sus aves, el litoral coronado de eternas playas de arena nívea con fascinantes sistemas dunares, el valle del Guadiana y su rústico paisaje, la imperiosa presencia del Tajo…. Un sinfín de enclaves en los que vivir grandes aventuras en familia o con amigos, atreverse a montar en parapente o globo o simplemente disfrutar de largas jornadas de playas sin tener que luchar por un hueco donde dejar la toalla.

 

El viento es fuerte en el Alentejo, lo que hace sus playas perfectas para el surf. Imagen: Turismo del Alentejo.
El viento es fuerte en el Alentejo, lo que hace sus playas perfectas para el surf. Imagen: Turismo del Alentejo.

 

Porque la verdad es que hay espacio de sobra en sus 850 kilómetros de costa, aunque el perfil de turistas que acuden a sus arenas no es el que viene a tostarse al sol, sino el que aboga por el turismo más activo. En este sentido, una de las opciones más apetecibles es la ruta Vicentina, una suerte de Camino de Santiago laico de 340 kilómetros con diferentes alternativas, que nos permite transitar por una de las zonas costeras más bellas y mejor conservadas de Europa. Mil paisajes con el mar de fondo para disfrutar de la Portugal más rural en una caminata inolvidable. La mejor época es octubre y diciembre y luego, de abril a junio.

Gastronomía: sabores de siempre

 

Los embutidos de la región llevan justa fama. Imagen: Turismo del Alentejo.

 

El Alentejo también se muestra pródigo en la mesa. La gastronomía de la región no es campo de cultivo de experimentos moleculares ni de cocinas concebidas como laboratorios. Aquí se guisa de forma tradicional y, desde el ámbito institucional se están haciendo grandes esfuerzos, precisamente, para preservar el recetario clásico. De hecho, muchos son los restaurantes donde podrá ver placas que avisan y reconocen esta forma de concebir el yantar. Una gastronomía, la de esta tierra, impregnada de sabor, con tres bases sobre las que se asienta: un pan delicioso, el aceite de oliva (es un buen productor del zumo de la aceituna) y las hierbas aromáticas, que emplean con más alegría que sus otros vecinos de la península.

En cualquier caso, es una cocina de mercado, que huye de la homogeneización de sabores imperante y respeta las temporadas y los productos de proximidad. Ello, unido a la fecundidad de la tierra y el agua, hace posible degustar deliciosas hortalizas, mariscos estupendos (¡aii sus percebes!), pescados fresquísimos (salivamos emulando el guiso de anguilas de Lagoa de Santo André, la lamprea del Tajo u otros ejemplares a la brasa).

Y la carne. En tierra de dehesa abunda el cerdo. Y claro está, al alentejano da gloria verlo y comerlo. Como los españoles, lo introducen en un montón de platos: carrilleras, cocido de garbanzos, en migas… Excelso.

Y por supuesto, el vino. ¡Con la viña hemos topado! El Alentejo es el mayor productor de vino, del país, seguido por el Duero. De hecho, la revista norteamericana Wine Enthusiast ha dedicado su último número a Alentejo al considerarlo uno de los diez mejores destinos de vino del mundo para el 2016. Las múltiples propuestas de turismo enológico incluyen visitas a bodegas y heredades de la zona sumamente interesantes, en las que merece la pena profundizar.

 

EL castillo de Beja. Imagen: Turismo del Alentejo.
El castillo de Beja. Imagen: Turismo del Alentejo.

 

Y la cultura, claro. El Alentejo dispone de un patrimonio cultural riquísimo. La joya de la corona es, por supuesto, Évora, ciudad patrimonio de la Humanidad. Esta exquisita villa está sembrada de edificios de todos los estilos imaginables. Deberemos visitar sí o sí el templo romano, la Catedral de Santa María, la Iglesia de San Francisco, la Capilla de los Huesos o el Palacio D. Manuel. Pero por supuesto, hay otros destinos apasionantes más allá de esta ciudad. En el Alentejo hay un sinfín, por ejemplo, de castillos, atalayas y villas fortificadas, vestigios de una época en la que Portugal vivía bajo la amenaza de la belicosa España y del propio mar. Por no hablar de sus conventos, reflejo de la religiosidad de un tiempo no muy lejano en que la Iglesia era la principal latifundista del país. Con la disolución de las órdenes religiosas del siglo XIX, muchos de los templos fueron vendidos a particulares, que supieron preservar su sacra majestuosidad.

¿Se sumerge con nosotros en el Alentejo?

Rosalía Martínez

Aunque mi nombre es Rosalía Martínez, todo el mundo me conoce como Piti. Periodista gastronómica de profesión, tengo igual de inquietos el espíritu y el paladar, así que me apasiona viajar y descubrir sitios fantásticos para comer. Y contarlo y recomendar, claro. Epicúrea convencida. Cuando no como o viajo, leo y veo series.

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